CAPÍTULO 34: La famiglia

10.6K 635 249
                                    

Adriano

Por cada muerte, un corte.

Un hilo de sangre y un recordatorio.

Que la famiglia era la única en la que se podía confiar y que todo aquel que no portase con honor el apellido Accardi era digno de una bala tallada con su nombre.

Hacía años que llevaba conmigo la bala que daría muerte al asesino de nuestro padre. La había tallado con mis propias manos la misma noche que se atrevió a poner un pie en nuestro territorio. Como la mía, él tenía varias. Una con cada uno de nuestros nombres.

Alessio.

Angelo.

Adriano.

Y finalmente, Aurelio.

Quería matarnos uno por uno frente a él, para que viera con sus propios ojos las consecuencias de sus crímenes.

Por supuesto que ninguno de nosotros era inocente y probablemente merecíamos esa bala enterrada en nuestro cráneo, pero no íbamos a permitir morir con tal deshonra.

Sin embargo, de rodillas y con un fusil presionando mi frente y la de mis hermanos, comprendí que el honor había tomado un nuevo significado para mí y, por ende, para ellos.

Cuando el asesino perdió sus cabales y disparó primero a mi padre, llevándolo al infierno al que pertenecía, entendí que vengar a nuestro progenitor consistía en  mucho más que jalar un gatillo. 

Presos de una ira implacable, entendimos que nunca sería suficiente matarlos. Que la venganza no residía en asesinar y desechar un cuerpo.

La venganza, la verdadera vendetta, era golpearlos donde más les dolía.

Quitarles todo aquello que los hiciera sentir seguros. Ponerlos en un estado de miedo constante, a sabiendas de que nosotros llegaríamos tarde o temprano para cobrar lo que se nos debía.

Matar, por supuesto, a cada uno de ellos antes de que pudieran siquiera pensar en atentar contra nosotros. Pero hacerlo en el momento justo, cuando menos se lo esperaran. Cuando sintieran que se habían librado de nosotros para bien. Quitarles la paz con la que anhelaban volver a dormir. Asesinarlos mirándolos a los ojos, explicándoles que su vida era el pago que se nos debía por dejarnos sin familia, sin hogar y sin patria.

Hacer que tan solo el susurro de nuestro nombre los hiciera cagarse encima.

Hacer que nos recordaran incluso muertos.

En el instante en que vida de mi padre fue arrancada de su cuerpo, el honor se transformó en poder. Y eso era algo que ahora teníamos de sobra.

Habían pasado siete años. Siete largos años desde que me convertí en la cabeza de esta familia y nos proclamé los reyes de esta nueva patria.

Desde hace todavía más tiempo que no respondíamos a ninguna bandera, pero gracias a mí, habíamos por fin recuperado el poder que se nos había arrebatado y que pronto lograríamos que fuera reconocido hasta más allá de un océano de distancia.

— Adriano —la voz rasposa de Carlo me sacó de la mata oscura que había comenzado a nublar mis recuerdos.

Ma che cazzo vuoi? — respondí en nuestro idioma, irritado.

Oh, fra'... Hace meses que no te oía hablar así. ¿Noto acaso un poco de frustración en tu voz? —se burló Alessio desde el otro lado del salón mientras cortaba la piel de su antebrazo como si la sangre que brotaba de él ya no le generara ningún dolor.

Lo que hubiésemos sidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora