CAPÍTULO 15: Girls just wanna have fun

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Helena

El sonido de los pájaros hizo que mis ojos se abrieran lentamente, estaba todo oscuro salvo por los rayos de sol que atravesaban las rendijas de la persiana para bañar mi cuerpo y el de Nate con el más cálido color amarillo. No nos habíamos movido de la posición en la que nos habíamos dormido, solo que ahora mi cabeza reposaba en su pecho. Podía escuchar el latido de su corazón y sonreí al levantar la vista para verlo profundamente dormido. Acomodé mi mentón en su piel para apreciarlo mejor, su mano se aferraba sin fuerzas a mi cintura y su respiración era tranquila.

Disfruté unos minutos más simplemente contemplándolo y solté un pequeño suspiro al inhalar su esencia. Amaba que su olor estuviese mezclado con el mío en las sábanas. Su cabello rubio oscuro se encontraba despeinado y revoloteando por toda la almohada, y podía notar cómo le estaba empezando a crecer la barba a los costados de su rostro. Besé su pecho lentamente para luego zafarme de sus brazos intentando no despertarlo y caminé hacía el baño para enjuagar mi rostro.

Decidí que dejaría la ducha para más tarde y tomé la camiseta de Nate del suelo, para luego correr hacía a la cocina a preparar el desayuno para los dos. Era demasiado temprano para las demás, por lo que tenía todo el lugar para mí. Había hecho esto tantas veces que me sabía la rutina de memoria. Jugo exprimido y huevos revueltos para él, tostadas y café para mí.

Una vez que tuve todo listo, llevé la comida en una bandeja hasta mi habitación. Allí, parada en el marco de la puerta, la vista era increíble. El rubión se había girado sobre su costado y ahora descansaba con su brazo derecho tapando ligeramente su rostro, el acolchado blanco de plumas le llegaba hasta la cadera y dejaba al descubierto su torso. La luz que entraba por la ventana hacía que la escena fuera digna de una película.

Presa de un impulso, dejé nuestro desayuno en el escritorio y puse manos a la obra. Un momento después, ya estaba sentada tras el bastidor y mi pincel se deslizaba con precisión sobre el lienzo, dibujando el atlético cuerpo de Nate. Presté especial atención a su rostro relajado, de cierta forma vulnerable. A su boca y a cómo sus voluptuosos labios se encontraban apenas separados, pareciendo más sensuales que nunca. A cómo su afilada mejilla se hacía notar y cómo sus largas pestañas descansaban sobre sus pómulos. No perdí de vista su cuerpo, plasmando en mi pintura todo lo que él me hacía sentir.

Cuando por fin terminé, lo miré sin poder evitar que una sonrisa ancha saliera de mi boca. No me había percatado el tiempo que me había llevado hasta que comencé a escuchar a Liv y Cass salir de sus habitaciones y prender la cafetera.

― Buenos días ― Por fin el bello durmiente se había liberado de los brazos de Morfeo y me dedicaba una sonrisa de lado, cerrando su ojo izquierdo por la nueva claridad a la que se estaba enfrentando―. Me encanta que uses mi ropa. Ven aquí ―agregó y palmeó el espacio libre a su lado.

Cuando lo alcancé, se deslizó debajo de mí y frotó sus labios contra los míos. Presionó su boca en la mía y empujó su lengua dentro. El beso se convirtió en uno más ansioso, haciéndome querer su esbelto cuerpo de nuevo. Tomó mi rostro con su mano y acarició mi oreja con su pulgar, logrando acceder con el resto a mi nuca.

― Si seguimos así no vamos a poder parar... ― susurré en su boca intentando desacelerarme―. Déjame ir por el desayuno ―Me incliné para volver a besarlo y me levanté para buscar la bandeja que había dejado sobre el escritorio. 

Bandeja en mano me dejé caer nuevamente a su lado y me senté cruzando las piernas, alcanzando mi taza de café. Nate se acomodó apoyando su espalda contra el respaldo y cuando intentó cubrir su erección con el edredón solté una risita.

Lo que hubiésemos sidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora