CAPÍTULO 20: bad guy

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PRESENTE

Aiden

Manteniendo mis piernas en guardia, golpeé con decisión la bolsa negra que colgaba del techo. Me moví alrededor de ella y le di un derechazo con tanta fuerza que mis nudillos crujieron. Las gotas de sudor caían desde mi frente hasta mi pecho, nunca había sido de los que entrenaba con camiseta. La imagen de Juls sentada sobre las piernas de ese tipo se reprodujo otra vez en mi cabeza y apreté los dientes. Golpe tras golpe, observé cómo el saco de boxeo se balanceaba ante mi frustración. Pegué más fuerte cuando recordé las palabras que me había dicho. Maldita provocadora, ¿acaso me estaba desafiando?

Por supuesto que recordaba cómo se sintieron mis dedos en su coño. Había intentado sacarme de la cabeza la mueca que hizo su rostro cuando se vino en mi mano, pero esa imagen me perseguía aún cuando me follaba a otra. Agh, me había pasado toda la semana furioso y duro por su culpa. Ni las pajas en la ducha, ni los polvos con mujeres sin nombre habían logrado que dejara de sentirme así. Tan... tan frustrado.

Intenté volver a concentrarme en lo que estaba haciendo, golpeé la bolsa hasta que sentí que mis malditos nudillos ardían. Observé mis manos teñirse de rojo y solté el aire que estaba conteniendo. La sangre comenzó a manchar el piso, tomé la toalla y la pasé por mis rostro empapado de sudor. El calor me estaba matando.

Comencé a caminar hacia las duchas pero mi mirada paró en las finas y estilizadas piernas de la rubia que había recién atravesado las puertas del gimnasio. Por la forma en la que avanzaba, se notaba que no le importaba ser la única mujer allí, es más, lo estaba disfrutando. Con la bandeja en alto y balanceando sus provocativas caderas bajo su corta falda azul, fue repartiendo las bebidas uno por uno hasta llegar a mi. Me entregó un vaso con dos dedos de whisky y me guiñó un ojo.

― Yo no pedí esto ― le solté entregándole el trago de regreso.

― Se lo mandan de arriba, Sr. Reeves ― me respondió como si estuviera saboreando mi nombre en su boca. Estaba buenísima y su ronroneó había despertado mi libido.

― ¿Sr. Reeves, eh? ― Llevé el whisky a mis labios y lo bebí todo de una. Si eran órdenes de arriba, no podía negarme ―. Podría acostumbrarme a eso.

― Aiden Reeves. Así te llamas, ¿no? ― Torció su boca en una sonrisa provocadora. Ya era mía.

― Parece que mi reputación me precede ― dije y comencé a alejarme.

― ¿No quieres saber mi nombre? ―Intentó sonar coqueta pero pude notar la decepción en su voz al no recibir la respuesta que ella estaba esperando. Aún con la bandeja en la mano, siguió mis pasos hasta la puerta.

― No lo necesito ― contesté y se quedó parada en su lugar ―. ¿Vienes? ― pregunté y volvió a poner en su rostro una sonrisa al comprender mis intenciones. Me percaté del escote de su camiseta cuando sus tetas rebotaron al correr a mi encuentro. Sostuve la puerta para que pasara primero y así poder revisar su trasero. Nada mal.

Para cuando llegamos a la puerta de mi apartamento, el bulto en mis pantalones necesitaba ser atendido urgente. La mamada que me había dado en la camioneta mientras conducía solo había logrado ponerme más duro y no sabía cuánto tiempo más podría aguantar antes de liberarme. Abrí la puerta con sus labios en los míos y ella no esperó demasiado. Se colgó de mi cuello y me empujó contra la primera pared que encontró. La agarré por las caderas y choqué su cuerpo contra la puerta para volver a cerrarla. Llevó una de sus piernas hasta mi cadera y aproveché la oportunidad para levantarla y apoyar mi pelvis contra la suya.

― Dios mío, consíganse un cuarto ― la voz de Mason gritando a mis espaldas fue lo único que logró que despegara mi rostro del cuello de la rubia. Estaba sentado en la mesa del salón rodeado de libros, al parecer habíamos interrumpido su sesión nocturna de estudio. Me importaba una mierda.

Lo que hubiésemos sidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora