CAPÍTULO 13: Permitidos

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Helena

La alarma de mi teléfono comenzó a sonar al día siguiente, y sin abrir los ojos, lo agarré a ciegas de mi mesita de noche. Sin permitirme disfrutar unos segundos más de la comodidad de mi cama, salté a tomar una ducha. Me tomé mi tiempo y dejé que el agua hirviendo recorriera mi cuerpo. Ayer me había portado bien, pero todavía había muchos pecados que lavar.

Cuando dejé de sentir mis extremidades, decidí que era suficiente. Salí del baño envuelta en mi bata y saludé a Liv que ya estaba preparando el desayuno para ambas.

― Por fin podremos ir juntas a Orgánica, odio caminar en las mañanas ―le dije y tomé el café que me ofrecía.

― ¿No crees que es momento de que lleves a arreglar tu auto? ― respondió y echó dos cucharadas de azúcar en su taza―. Sabes que no tengo problema en llevarte pero...

― Lo sé. Es solo que... ―Apreté las manos alrededor de la mía y respiré hondo ―. No quiero pedirles más dinero a mis padres ―solté por fin, liberando una de mis tantas culpas.

Mis padres se esforzaban día a día por costear los gastos de la universidad y no me parecía justo tener que sumarles un peso más a sus espaldas. Podía vivir sin auto unos meses, solo tenía que conseguir un trabajo para pagar el arreglo y todo volvería a la normalidad. Claro que tener que mantener media beca en una de las mejores universidades del país no me dejaba mucho tiempo para ello, pero tendría que encontrar el espacio. Después de todo, las horas de sueño estaban sobrevaloradas.

No podía fallar. La UNCT me había dado una oportunidad invaluable y no podía desperdiciarlo. Si tenía que caminar todas las mañanas hasta el campus, lo haría. Si tenía que dejar de salir todos los fines de semana para quedarme estudiando, lo haría. Y si tenía que sacarme de la cabeza a cierto morocho de ojos verdes, jodidamente lo haría.

― Yo puedo prestarte el dinero, Lena. Sabes que eso no es un problema ― dijo Olivia y no pude evitar dedicarle una sonrisa. Ella haría cualquier cosa por mí, lo había demostrado más veces de las que podía recordar. Pero esto era algo que debía solucionar por mi cuenta.

― Gracias, de verdad ―Tendí mi mano y sujeté la de ella ―. Pero no puedo aceptarlo, Liv ―Me miró con ojos comprensivos y apretó mi mano. Ella lo entendía―. Ahora vamos que no podemos llegar tarde.

Nos cambiamos y arreglamos en menos de veinte minutos y salimos disparadas hacia la puerta, dejando a Cass dormir profundamente. 

El viaje hasta el campus era corto y no daba mucho tiempo para hablar, pero agradecí que Olivia no sacara el tema que me carcomía la cabeza.

Todavía no sabía qué hacía Aiden en la ciudad y me negaba a creer que todo fuera una hermosa casualidad. No pensaba que hubiese vuelto por mí, después de todo no era la única cosa que él había dejado atrás. Tenía que haber un motivo, tres años era mucho tiempo para desaparecer sin dejar rastro.

Recuerdo como si fuera ayer el llanto de Eleanor cuando perdió a su hijo, como pareciera que el alma se le saliera del cuerpo y como le faltaba el aire al respirar. Los puños de Ashton Reeves sobre la mesada y los brazos de mi padre intentando contenerlo. Como mamá tuvo que ir todos los días por un mes a controlar que su amiga no hubiera hecho una locura y cómo su padre le gritaba al teléfono esperando una respuesta que nunca llegaría. ¿Acaso sabrían que él había vuelto?

Estacionamos y nos apresuramos a subir las escaleras para llegar a tiempo al laboratorio. Cuando abrimos las puertas, el Sr. Crow nos miró detenidamente y nos indicó con la cabeza que vayamos a nuestros lugares.

Lo que hubiésemos sidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora