CAPÍTULO 1: El despertar de los muertos vivos

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TRES AÑOS DESPUÉS

Abrí los ojos de golpe al escuchar el pitido de mi alarma. Intenté estirarme para apagarla pero algo pesado y pegajoso me lo impidió. ¿Qué demonios? El brazo de Nate me abrazaba con fuerza y su pierna se encontraba sobre las mías. El horrible sonido no paraba y yo no estaba de humor como para soportarlo ni un segundo más. Con todo mi esfuerzo, moví a un Nate dormido y desnudo y alcancé a apagarla.

6.45 am. Aquí vamos de nuevo.

Frotándome los ojos y haciendo un rodete con mi pelo, dejé al rubio que daba vueltas en mi cama dormir unos minutos más. Encendí la ducha fría y lavé mis problemas. Metafóricamente, claro. Algunas cosas no tenían solución.

Salí del baño con mi bata puesta y luchando con los nudos de mi cabello.

― Buenos días, hermosa ―la voz ronca de Nate recién despierto llamó mi atención. Sin perder el tiempo, se acercó a la punta de la cama para darme un beso suave en los labios.

― Buenos días ―Sonreí en su boca y profundicé el beso introduciendo lentamente mi lengua mientras lo tomaba del rostro.

― Parece que alguien está de buen humor hoy ―Me atrajo aún más hacía él ―. Si quieres... ―agregó, dando cortos besos en mis labios mientras me abrazaba―. Puedo saltarme la primera clase así nos quedamos un rato más en la cama. ¿Qué dices, bebé?

Odiaba que me llamara así.

― Mmm... ―dudé y me solté de su agarre, aprovechando para buscar qué usar para el primer día de clases―. No lo sé, Liv me está esperando para ir juntas.

― Prometo que no te vas a arrepentir ―insistió, poniendo un tono seductor en su voz a la vez que se acercaba por detrás, permitiéndome sentir su erección a través de la bata.

Corrió mi pelo a un costado para quitar todos los obstáculos entre mi piel y su boca, y comenzó a esparcir besos húmedos en mi cuello, manteniendo su agarre en mis caderas y estrechándome contra él. Revisé la hora. Recién eran las 7. Dejé la percha con mis pantalones en su lugar y me giré para atrapar su boca con la mía.

¿Por qué demonios no?

*****

Subí las escaleras lo más rápido que pude, considerando que los oxfords viejos que le robé a mi madre eran demasiado largos y temía por mi vida si me resbalaba por su culpa. No quería llegar más tarde de lo que ya estaba. Mataría a Nate por esto.

Odiaba llegar tarde. Odiaba que la gente se diera vuelta y me mirase. La pantalla de mi celular marcaba las 8.05. Genial. Tendría que atravesar toda el aula para sentarme al fondo y no vería nada.

Con mi último aliento, alcancé la puerta del aula 501. Arreglé mi blusa ya que no quería que nada se escapara de su lugar y revisé mi pelo en la pantalla de mi celular.

Podría ser peor.

Junté fuerzas y atravesé las puertas del auditorio. Todas las miradas se fijaron en mí.

No es como si tuviera cara de recién cogida, ¿no?

Bufé, claramente incómoda. Gracias a algún dios la profesora no se encontraba presente. Intentando no fijar mi vista en nadie de las decenas de ojos que se posaban en mí, me dirigí hacía el fondo.

― ¡Lena, aquí! ―escuché decir. Levanté la vista y observé a Olivia sacudiendo los brazos en mi dirección desde la cuarta fila.

― ¿Ves por qué eres mi mejor amiga? ―Me senté a su lado y besé su mejilla― ¿De qué me perdí? ―pregunté, sacando mi cuaderno y mi enorme cartuchera, a la vez que intentaba recobrar el aliento.

Lo que hubiésemos sidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora