CAPÍTULO 33: Fuego cruzado - Parte II

12.9K 859 724
                                    

Helena

― ¿Quién era ese? ―me preguntó ella de golpe y pegué un pequeño salto en el lugar, totalmente sorprendida de que supiera lo que estaba pasando a su alrededor.

— Nadie —respondí sin dejar que mi voz tuviera ni un atisbo de duda.

Que Cass reconociera a Aiden era el menor de mis problemas en este momento, pero aún así mentí descaradamente.

Sería de mucha ayuda que él fuera un nadie en mi vida. Sería más fácil borrarlo, alejarme. De ser así, podría entregárselo con moño a mi mejor amiga y dar un paso al costado, concentrarme en los estudios o en cualquier otra cosa que no involucrase nada que me recordara a él.

Pero como todas las cosas que nos desgarran el alma desde adentro, Aiden era imborrable. Y aunque contradijera todos mis principios, todo aquello a lo que me sostenía, no quería que esa marca dejara de ser un secreto que solo compartíamos entre nosotros.

Quizás en otro momento, cuando estuviera lista, le contaría a Cass la verdad. Pero ahora no era momento de hacer las debidas explicaciones. Estábamos jugándonos la vida y en esta retorcida partida no podíamos perder.

Miré hacia el final del pasillo, allí donde el caos se conectaba con el mármol lustroso y donde, al parecer, la muerte no había llegado todavía. Lo que parecía una infinidad de puertas blancas adornaban las paredes pálidas del ambiente y, al igual que el ostentoso corredor en el que habíamos estado antes, las esculturas antiguas se erguían en fila de extremo a extremo.

Tomé con determinación la mano de mi amiga, decidida a dejar todo atrás y hacerle caso a la única persona en quien me prometí nunca confiar otra vez.

— ¿Qué hacías con ese tipo? —aproveché para preguntarle mientras nos dirigíamos a donde Aiden había dicho que estaba la escalera que nos sacaría de allí. Sin ninguna duda Cass estaba drogada y alcoholizada hasta el culo, pero la pregunta se deslizó igual entre mis labios.

— Cosas sucias. —Levantó las cejas al responder, sugestiva—. Cosas muy sucias.

Puse los ojos en blanco, no tenía sentido con ella en este estado. Sin embargo, me sorprendí cuando siguió hablando.

— Tenía su verga en mi garganta taaan profundo, Leni. Logré un nuevo récord definitivamente, hasta creo me duele un poco ahora —Una sonrisa iluminaba su rostro y fingió toser un poco, para enfatizar el punto—. Pero a que no sabes lo que pasó después... ¡Sostuve un arma! Una puta arma, amiga. —Su característica risita traviesa llegó a mis oídos, que no podían creer lo que estaban oyendo—. Y lo apunté con ella sintiéndome totalmente Lara Croft, fue muuuuy caliente. Salvo que, era de juguete, ¿sabes?. Eso le quitó un poco la emoción a todo el asunto. ¿Pero que me vine? Me vine.

Mis ojos estaban abiertos de par en par, haciendo juego con mi boca que colgaba sin entender nada.

— ¡¿Que tu qué?!

Fue en vano preguntar porque su respuesta solo fueron más risitas. Estaba claro que la lucidez la había dejado de nuevo, si es que alguna vez había estado ahí.

No sabía con certeza quién era ese tipo, pero si estaba relacionado con los otros cuervos que había visto, nada bueno podía salir de allí. La forma en la que Aiden se había tensado a mi lado no hacía más que confirmarlo. ¿Y el arma de juguete que tanto le había gustado a Cass? Ah, pues esa había matado a un tipo justo a nuestro lado hace un rato.

El estruendo de una puerta cerrándose a nuestras espaldas hizo que me detuviera en seco justo cuando estábamos por llegar a nuestra salida.

Cuando vi al enorme cuerpo disfrazado de dragón alejarse de nosotras hacia el otro lado del inmenso corredor con un arma en la mano, barajé mis opciones. Una pistola me serviría para volver y ayudar a encontrar a las chicas, para asegurarme de que Cass llegara a salvo. Estando solo, podría quitársela casi como un dulce a un niño.

Lo que hubiésemos sidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora