CAPÍTULO 5: Oro líquido

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Helena

Iba a matar a Cass. Una cosa era tirarse a mi archienemigo de toda la vida que resultaba estar increíblemente bueno, pero ¿¡invitarlo a nuestra puta fiesta!?

Okey, está bien. Ella no lo sabía, solo por eso no estaba perdiendo la cabeza en ese momento. Normalmente, el descaro de Cass me divertía, pero verla toqueteando a Aiden fue casi repulsivo. Todo tipo de imágenes se me vinieron a la cabeza y cada una de ellas dolió como la mierda.

Hicieron un maldito trío, por el amor de Dios.

― ¡¿Dónde está mi vestido azul?! ― gritó Cass, histérica desde la habitación contigua a la mía― ¡Ayuda!

Puse los ojos en blanco. Sabía que se estaba arreglando para él. Guardé mi frustración en una cajita y me acerqué a su cuarto para encontrarla revolviendo como una loca la montaña de ropa que yacía en su cama.

― ¿No lo usaste el viernes pasado en la fiesta de Tyler? ― pregunté, sabiendo la respuesta.

― No me jodas que no lo lavé ― dijo y se sentó en la cama derrotada. Me sorprendió que no viniera seguido de insultos, cuando Cass se enojaba se convertía en un camionero.

― Ey, tranquila. ― Le acaricié el brazo ―. Usa el negro que me prestaste para el cumpleaños de Diego, te queda genial.

Cass negó con la cabeza y ya sabía lo que se venía.

― No tengo nada para ponerme ― respondió irritada y se desplomó sobre el monte Everest de vestidos que había sacado hace dos minutos de su armario ― Es oficial, no voy a ir.

En realidad, eso resultaba bastante conveniente pero mi buena amiga interior no podía permitirlo. La tomé del brazo y la conduje a mi habitación, para sentarla en mi cama mientras yo rebuscaba en el armario mi arma secreta.

― Toma, es tuyo por esta noche ― Se le iluminaron los ojos. No se lo prestaba a nadie, ni siquiera a Liv.

― ¡Oh dios mío, Lena! ¡Es hermoso!― exclamó saltando de la cama para tomarlo de mis manos―. ¿Estás segura?

Asentí con una sonrisa. Sabía que iba a hacerla cambiar de opinión.

― ¡Eres la mejor amiga del mundo! ―Me abrazó fuerte y salió disparada a probárselo.

¿Ahora qué mierda me pongo?

Estaba por seguir los pasos de Cass cuando Liv y Bianca llegaron al rescate. Las rubias notaron mi desesperación y me ayudaron a tranquilizarme.

Prestar mi mini vestido de seda rojo fue duro, necesitaba encontrar algo que estuviese a la altura. Al final, me decidí por un conjunto de crop top y falda negro y, como no quería quedarme atrás, le sumé unas botas bucaneras hasta la rodilla. Me coloqué todos mis miles de aretes y me pinté los labios de rojo, en honor al vestido caído. Dejé mi cabello suelto, hoy estaba teniendo un buen día de pelo.

Una vez que estuve lista, ayudé a Bianca con su maquillaje.

―Así que... Diego me preguntó si ibas a ir hoy ― le solté mientras le aplicaba la máscara de pestañas.

― ¡¿En serio?! ― preguntó, casi saltando de la silla―. Digo... no es que me importe...―Bajó la mirada.

― Parecía bastante interesado... ― dije, ladeando la cabeza y levantando las cejas. Era el verdadero "Amiga date cuenta".

El español coqueteaba con todo aquello que caminara, pero tenía particular interés en tirarle los perros a nuestra querida Bianquita. Claro que esta nunca se lo tomaba en serio porque la fama de mujeriego de Diego no era fácil de ignorar, pero yo sabía que ella no era una más. No necesitaba que él me lo admitiera, lo conocía como la palma de mi mano.

Lo que hubiésemos sidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora