CAPÍTULO 31: La mansión de las conejitas

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Helena

El estruendo de las balas escapando de los fusiles a mi alrededor obligó a que mi corazón latiera a doble velocidad. Las fosas nasales me ardían y mis ojos lloraban, era imposible ver algo. Los gritos de auxilio me aturdían a pesar de venir desde lejos, sentía que me perseguían a cada paso que obligaba a mi cuerpo a dar.

Una sirena lejana apareció en escena y las luces rojas y azules me hicieron sentir que podríamos salir de esta, pero la capa de humo que me rodeaba era tan espesa que temía quedar atrapada allí para siempre.

Tosí y mi pulmones ardieron en protesta, no podía respirar. Con la poca fuerza que me quedaba, arrastré el cuerpo inerte de Liv usando mis hombros de apoyo. Teníamos que salir de allí cuanto antes.

― ¡Lena! ―escuché la voz de Cass pero no pude verla. No podía ver nada, solo niebla y dolor―. ¡Lena! ¿Dónde estás? ―volvió a gritar mi nombre y la escuché toser.

― ¡Aquí! ―le contesté suplicándole a algún dios que me oyera. Iba a sacarnos de allí sea como sea.

― ¡No te veo! ―gritó pero fue más una tos que otra cosa, nos estábamos asfixiando allí dentro.

― Solo...― tosí yo también―. Solo sigue mi voz.

Llamé su nombre para que me oyera entre la lluvia de disparos que sucedía a nuestras espaldas. Un paso en falso y una bala nos atravesaría el cráneo a ambas. Miré a Liv a mi lado mientras avanzaba y recé porque estuviera bien, no podía perderla.

Contuve la respiración cuando unas manos salieron de entre la niebla y se precipitaron hacia mí, pero ahogué el grito cuando Cass me abrazó llorando. Llevaba a Bianca colgando tal como yo sostenía a Liv. Ambas estaban inconscientes cuando las encontramos, pero la desesperación por despertarlas tuvo que esperar porque una maldita guerra se desató en ese mismo instante.

Abracé a mi amiga y nos guié hacia el único halo de luz que podía distinguir entre el humo grisáceo, tenía que ser una salida. Mis pulmones reclamaban aire y los párpados comenzaban a pesarme, pero me obligué a aguantar. No íbamos a morir esta noche.

La luz comenzó a acercarse, haciéndome creer que cada vez faltaba menos para sentir el aire fresco, pero un golpe sordo invadió mis oídos y vi en cámara cómo Cass se derrumbaba a mi lado.

Me tiré al piso sosteniendo los cuerpos tiesos de mis amigas y me desgarré en un grito de auxilio.

Solo un milagro podía sacarnos del infierno esta noche.

*****

CINCO HORAS ANTES

― ¿Entienden que se tomó el trabajo de dejar las notitas en mis lugares favoritos? ―volvió a decirnos Liv mientras se aplicaba labial bordó frente al espejo de mi habitación, aún en ropa interior.

― Si, amor. Ya lo has dicho como cinco veces hoy ―le contestó Cass cepillándose el cabello detrás de ella―. Pero repito, ¿estás segura que fue él? Nunca creí vivir para ver a uno de los gemelos Bowen enamorado.

― ¿Quién más iba a ser sino? Noah es el único que conoce mi rutina, y el único que sabía que quería leer ese libro.

Se me estrujó el estómago al escucharla. Todavía no había podido decirle lo que había visto el otro día en casa de los chicos, y sinceramente tampoco creía poder. Olivia estaba muy emocionada por todo el juego del admirador secreto y creía ciegamente que Noah era el responsable de ello. Yo, por mi parte, no estaba tan segura. Quizás sí tenía algo más allá de mierda en su corazón, pero dudaba mucho que hacer un trío fuera una señal de enamoramiento. Y mucho menos de querer formalizar.

Lo que hubiésemos sidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora