CAPÍTULO 16: La pelota siempre al 10

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Aiden

Bajé del jeep y cerré la puerta con fuerza. No sabía qué hora era, pero los malditos pájaros ya estaban silbando y el sol se estaba asomando. Mi estómago gruñía y mi humor era intratable, solo quería llegar a mi cama.

¿Por qué había ido al club solo? ¿Para verla emborracharse de lejos? ¿Para querer matar a todos los tipos que se le acercaron mientras tiraba su cabello hacia atrás y profundizaba el movimiento de sus caderas? Dios, me estaba portando como un estúpido.

Enojado conmigo mismo por ser tan imbécil, subí de dos en dos los escalones hasta el último piso. Cuando llegué, estaba más cansado de lo normal. El sexo matutino había exprimido hasta la última gota de energía de mi cuerpo, Cass era insaciable y para cuando terminamos estábamos empapados en sudor.

No pretendía encontrarla esta noche, no era mi objetivo principal. Pero la chica tenía algo, algo que lograba que mis demonios hicieran silencio por un rato. Era una distracción con tetas y nunca podría decirle que no a una de esas, no cuando eran lo único que me permitía estar lo suficientemente cansado para poder dormir.

Con ella las cosas eran fáciles y no tenía que darle explicaciones. Sexo sin ataduras y mucho menos sentimientos. Esos no eran para mí. No ahora, no nunca. La única emoción que me importaba era la rabia, mucho más fácil de controlar. Dejarte llevar por los sentimientos te volvía vulnerable. Tus sentidos estaban estupidizados creyendo amar a alguien y te distraías, dejando de ver las cosas que tienes delante y cometiendo errores que nunca te perdonarás en la vida. El amor te hacía olvidarte del objetivo principal. Sobrevivir.

Abrí la puerta y arrojé las llaves sin preocuparme por dónde cayeran. Avancé hasta mi habitación y cerré la puerta para no tener que escuchar los ronquidos de Mason durmiendo como una morsa en la de enfrente. Juro que el tipo era un maldito nerd, no salía nunca.

Me quité la ropa hasta quedar en boxers y me tiré en la cama. Cerré los ojos con fuerza y dormí hasta que la voz de mi primo se mezcló con la de mis pesadillas.

― Aiden ―Su voz me llamaba desde algún lugar, pero lo único que mi mente percibía era oscuridad total ―. Aiden... ― Mi nombre resonaba en mi cabeza cada vez más alto y mis sentidos comenzaban a despertar ―. Tenemos que irnos, despierta.

― ¿Qué quieres? ― gruñí sin abrir los ojos. No había chances de que me levantara de la cama.

― Prometiste venir al partido hoy, ¿recuerdas? ― me respondió y maldije por dentro.

― No ―Me giré y me aferré a la almohada como si mi vida dependiera de ello.

― Por favor, Aiden ― Suplicó y sentí el peso de su cuerpo hundir la cama cuando se sentó en ella derrotado ― Si no vienes perderemos la oportunidad de clasificar ― dijo para convencerme y tenía razón. De no ser por mis goles, hubieran perdido el partido anterior ―. Por favor ― volvió a decir como si fuera un niño de cinco años pidiéndole a su mamá un helado que no le quiere comprar―. Piénsalo así, si vienes te deberé una.

― ¿Qué hora es? ― contesté abriendo los ojos por fin. No tenía ganas de hacer obras de caridad, pero Mason y sus súplicas me habían desvelado.

― Las cinco y media ―Mierda, había dormido todo el día ―. Si salimos ahora, llegaremos justo para la entrada en calor ―agregó y me estiré sobre el colchón. Me dolía todo el puto cuerpo. Sin decir nada, me levanté y comencé a vestirme. Coloqué en mi bolso los botines, una toalla y algo de ropa para después.

― Yo conduzco ― dije una vez que estuve listo y en cinco minutos estábamos arriba de mi camioneta. El viaje hasta el campus era corto, pero aun así Mason comenzó a hablar sobre el campeonato, irritándome aún más que antes. Intentando tapar sus palabras, subí el volumen de la radio a pesar de que no reconocía la canción que estaba sonando. Sin embargo, fue inevitable escuchar la explicación de mi primo sobre su triste equipo.

Lo que hubiésemos sidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora