CAPÍTULO 6: Luna llena - Parte II

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Rojo. Amarillo. Azul. Verde.

Rojo. Amarillo. Azul. Verde.

Rojo. Amarillo. Azul. Verde.

Las luces led se arremolinaban a mi alrededor, bañando mi cuerpo de colores aunque para mi eran todos el mismo.

Rojo. Amarillo. Azul. Verde.

Rojo. Amarillo. Azul. Verde.

Ugh, odiaba el verde. Me hacía acordar a mi chico ojos de serpiente.

Dije "mi chico'' otra vez, ¿no?

Me autogolpeé mentalmente y seguí moviéndome, intentando seguir el ritmo de la canción de fondo, aunque me estaba resultando realmente difícil. ¿El piso se estaba moviendo o era solo yo?

Rojo. Amarillo. Azul. Verde.

¿Ya dije que odio el verde? Sabía que era un simple color y que no tenía la culpa de que yo estuviese malditamente obsesionada, pero para mí representaba peligro.

Aiden no tenía ojos amables como Nate o alegres como Diego. Los suyos eran tenaces, calculadores y osados, como él. Si los apreciabas por mucho tiempo, el verde oscuro de sus pupilas te sometía y te ponía de rodillas. Te hipnotizaba sin siquiera decir palabra y te impulsaba a hacer un salto suicida y sumergirte en ellos. En él.

Rojo. Amarillo. Azul. Verde.

¿Dónde están todos? ¡¡Quiero una foto grupal!!

Uf, cierto que fui yo la que se escabulló para evitar las escenita de Nate. Saqué mi celular de entre mis tetas, también conocido como mi escondite secreto, y abracé por los hombros a una chica bajita y con el pelo corto que creía que cursaba Estadística conmigo.

― ¡Foto! ― le grité y ambas sacamos la lengua para la sesión de selfies que se venía por delante.

Un par de cuerpos sudorosos se unieron a nosotras para lograr que la cámara de mi Iphone los capture también. Pronto, el par se convirtió en varios y el varios en demasiados.

Está haciendo calor, ¿no?

Me abaniqué con las manos intentando refrescarme pero fue inútil. Necesitaba salir de allí, sentía que me faltaba el aire y no quería morir aplastada por una manada de jóvenes alzados, ni siquiera había cumplido los veinte todavía.

Comencé a soltarme de las manos que se esforzaban por seguir abrazándome y, gracias a un milagro divino, logré salir de la orgía con ropa que casi me había asfixiado.

Próxima parada: el baño. 

Llegar al toilette de la planta baja parecía misión imposible si considerabas la fila de al menos diez personas esperando para entrar. Sujeté mi vejiga como si esa fuera la solución mágica para evitar mearme delante de todo el puto mundo, como cuando tenía ocho años y Aiden se burló de mí.

Diez largos minutos pasaron y la fila solo había avanzado medio paso.  No podía soportarlo más, iba a explotar si no encontraba un inodoro rápido. Por un momento seriamente consideré esconderme detrás de un árbol para orinar, pero mis pensamientos exhibicionistas se detuvieron cuando recordé el hermoso y enorme baño de la primera planta.

Los chicos nunca dejaban que los invitados lo usaran porque su retrete era sagrado para ellos. Allí arriba parecía un maldito altar al cago. Además, escondían todos sus productos para el pelo en el cajón de la derecha y sus cremas corporales en el de la izquierda, no podían arriesgarse a que los del equipo encontraran eso.

A la mierda, yo no era una invitada común. Cuando no estaba estudiando, estaba follando con Nate, por lo que estaba segura de que me había ganado un pase vip.

Lo que hubiésemos sidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora