CAPÍTULO 32: El que llora último, llora mejor

17.7K 881 1.1K
                                    




UNA HORA ANTES

Olivia

I Wanna Be Your Slave de Måneskin me hizo querer arrancarme la peluca colorada que tenía puesta y revolear mi cabello rubio por los aires mientras saltaba y balanceaba mi cuerpo haciéndole honor a la canción que sonaba por los altoparlantes. En lugar de eso, me conformé con acariciar mi cuerpo con mis manos, dejándome envolver por cada pecaminosa palabra que pronunciaba Damiano David.

Arrastré las yemas de mis dedos por mi cintura y comencé un viaje hacia el norte, vagando por mi caja torácica y deteniéndome el tiempo suficiente en mis pechos como para robar algún que otro suspiro.

¿Cómo se verían mis senos con un piercing?

Quizás uno de esos lindos, con alas de ángel. Seguro a Noah le encantaría.

El viaje por mis pechos no duró mucho, después de todo no eran los melones de Helena. Pero ey, me encantaban mis limoncitos.

Seguí el recorrido por mi piel, acariciando mi nuca y luego jugando con el corto cabello falso de mi peluca. Un ligero toque a mis labios, una mordidita a mi dedo medio y finalmente una carcajada sonora al ver a Bianca imitándome.

Nos veíamos jodidamente sexys con nuestras máscaras oscuras, definitivamente teníamos que ir a más fiestas de disfraces.

― ¡Muero de sed! ―le grité por encima del solo de guitarra, que ya se estaba mezclando con la voz de Harry Styles cantando Kiwi. Cass debía estarse volviendo loca, estaba casi tan obsesionada con él como yo con Shawn. Solo que, bueno, lo mío sí era amor de verdad.

No alcancé a ver sus brazos entre la multitud enmascarada. La marea de gente se había convertido en un tsunami cuando la banda italiana había empezado a sonar, por lo que quedamos Bianca y yo bailando solas.

Tomé a mi, igual de sedienta que yo, amiga de la mano y nos abrí paso para alcanzar la barra, que a mis ojos parecía un oasis en el desierto. Apoyé mis codos sobre el mármol al llegar, exhausta por cada paso que habíamos dado. Las botas se sentían como mil alfileres clavados en la planta de mis pies, pero se veían espectaculares abrazadas a mis muslos desnudos.

Me sacrificaría cualquier otra noche para usarlas, quizás hasta me las pondría para sorprender a Noah vestida con tan solo una tanga negra de encaje.

Sip, definitivamente me gustaba esa idea.

Y más me gustaba imaginarme la cara que pondría cuando abriera la puerta de su habitación y viera la sorpresa que tenía que para él. Quizás podría agregar un moño para complementar...

― Tequila ―oí pedir a mi amiga mientras alzaba seis dedos, confirmando las sospechas del barman de que efectivamente éramos unas alcohólicas que necesitaban rehabilitación.

― Hoy estás salvaje.  ¿Estamos ahogando penas? ―le pregunté con mi codo aún apoyado, aprovechando el apoyo para aliviar el dolor de mis pies―. Me uno, eh.

― ¿Acaso una chica no puede beberse un par de shots con su amiga? ―me respondió frunciendo los labios divertida al mismo tiempo que tomaba dos de los pequeños vasos llenos de puro levanta muertos y extenderme uno―. ¡Salud!

Eché mi cabeza hacia atrás, vertiendo el líquido directamente en mi garganta. Apreté mis ojos con fuerza y fruncí mi boca por el ardor que se extendió hasta mi estómago.

― No, no... ―Negué con la cabeza ante el próximo shot que Bianca me tendía―. No creo que resista a uno más.

Había perdido la cuenta de cuántos habíamos tomado a lo largo de la noche. Intenté hacer un esfuerzo mental solo para echárselo en cara a Bianca pero mis neuronas no hacían sinapsis. Maldito tequila.

Lo que hubiésemos sidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora