El Hijo De La Luna ||Vkook Libro #1||

✵23: ¡Todos a la guerra!

¡Que empiece la guerra! Este capítulo será dividido en dos, pues es muy largo.

Disfrute!.

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Taehyung, con los ojos oscurecidos, sin una pizca de brillo en ellos se hallaba arrodillado con el cuerpo inerte de la persona más preciada en su vida. Las lagrimas rodaban por su rostro inexpresivo incapaz de articular alguna palabra. El abanico que tantas veces había sido más que un adorno con el que echarse aire al rostro, se encontraba inquieto moviéndose de un lado a otro, protegiendo a ambas deidades bajo un escudo protector.

Ningún inmortal o demonio podía acercarse a arrebatarle el cuerpo muerto que estaba sobre sus brazos.

De algún modo la píldora restrictiva, hacía presión en su pecho, como queriendo romperse del todo. Y, aunque el dolor era insoportable en esa zona de su cuerpo, no era más dolorosa que la pérdida que estaba llevando.

Los demonios lo rodeaban llenos de temor junto a los tres príncipes arrodillados frente a las tropas celestiales, rogando por el perdón y un nuevo vínculo de tregua.

Pero, el moreno no estaba muy contento con el resultado. Guerra o no, ellos debían pagar por arrebatarle la vida a él.

HORAS ANTES

Jung Hoseok, Dios de la Guerra, había llegado lo más rápido posible al enterarse de la traición de uno de los discípulos del Valle. Luciendo su armadura dorada, hecha completamente de oro, su cabello recogido en una media coleta con pinzas a los alrededores.

Todos los sirvientes del Palacio Sweet Night sabían que si este Alto Dios caminaba por los pasillos con ese rostro completamente inexpresivo y esa armadura brillante, solo significaba que vendrían tiempos nublados y tristes en todos los cielos existentes.

Yeontan, el preciado ciervo que comía sueños, descansaba cómodamente en el regazo de Taehyung si no hasta que las puertas fueron abiertas bruscamente revelando la silueta de Jung y el ciervo se asustara y se fuera corriendo a quien sabe donde.

Frunció el ceño inmediatamente al imaginarse semejante sermón que venían a darle.

La desaparición de los pergaminos restringidos no era cualquier asunto, se trataba de las formaciones de la guerra, estrategias que se han utilizado en toda la historia del Reino Celestial antes que se dividiera en varios reinos, por ende cada reino debía tener una copia del pergamino original.

Y, en ese preciso momento, cabía la grata casualidad que el único pergamino vigente y actualizado era el que yacía guardado en el Reino del Amor.

— ¿Qué planeas hacer? —pregunta el mayor, tomando asiento. Taehyung no podía siquiera atreverse a mirarlo a los ojos, había permitido que un discípulo de su propia secta lo noqueara mientras tomaba un poco de alcohol.

Taehyung con un poco de valor, lo miró a los ojos: — Esta guerra es inevitable, debemos elaborar otra estrategia.

— Queda muy poco tiempo para elaborar otra.

— ¿Qué quiere decir, Alto Dios? —esta vez Taehyung, no esquivó la mirada, colocándose de pie caminando al rededor del gran cuerpo fornido del Dios de la Guerra.

Jung no sabía exactamente con qué palabras decir lo que había ocurrido hace unos minutos antes de su llegada al puente que dividía el Valle con el Reino Celestial, por lo menos no sabía como decirlo con palabras suaves.

— Me he conseguido el cuerpo casi muerto de Yeonjun en el puente del Río del Olvido —suspiró— Temo que si llegaba unos minutos tarde, el pobre chico habría muerto.