✧10: Problemas.

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La oscuridad reinaba en aquel palacio subterráneo donde los criminales eran encerrados para esperar su juicio de muerte dictado por el gobernante de ese reino. La atmosfera era tensa, los murmureos y gritos dentro no ayudaban a calentar el ambiente, no mientras cierto pelinegro se encontraba en medio de una celda acostado e inconsciente.

El olor a azufre y hierro oxidado se colaba por sus fosas nasales, sus ojos picaban anunciando prontamente que despertaría. Pasaron unos cuantos minutos cuando Taehyung por fin abrió los ojos, lo primero que vio fue un candelabro con varias velas encendidas y otras apagadas, quizás por el viento, la Deidad se sentó cruzando las piernas en posición de indio mirando hacía todos lados confundido.

¿Donde estoy?

Taehyung quiso levantarse y caminar hacía los barrotes de hierro oxidado pero unas cadenas que yacían colgadas en la pared apresaban sus muñecas y tobillos, impidiendo que el pelinegro tuviera una cercanía con la única puerta que anunciaba entrada y salida.

¡Estos imbéciles son listos!—Pensó al no poder usar su cultivación para liberarse de las cadenas que lo mantenían apresado, maldiciendo por lo bajo que la celda fuera a prueba de magia.

Frustrado, Taehyung se recargó en la pared dejándose caer en el suelo donde las gruesas cadenas hicieron un estruendo.

Sentado en el suelo la pequeña deidad en ascenso para intentar matar el tiempo recordó todo lo que había pasado desde que conoció a cierto chico de apellido Jeon, su rostro le parecía algo familiar pero no recordaba ninguna cara similar a la del Dios del Viento, quizás y lo había confundido con alguien más por accidente. Pero, la sensación de haberlo visto antes lo carcomía por dentro.

Por más que lo pensara el pelinegro de la noche no encontraba una razón, simplemente se le hacia familiar, la primera vez que lo vio sintió como si ya lo hubiera conocido desde antes.

Hace algún tiempo hubo un banquete en el Valle del Amor, donde algunos miembros de la familia real del Reino Celestial visitarían el lugar para adorar a la vieja Diosa del Amor anterior, pero nunca se cruzó con Jungkook.

Solo recordaba haberse embriagado mientras admiraba los lotos, justamente el día del aniversario de muerte de su madre —también era el día donde asumió el poder como gobernante del Valle— nada más.

Me estoy volviendo loco.

— Después de miles de años, yo Kim Taehyung, hijo de la Diosa del Amor he sido una vez más un accesorio —suspiró haciendo nuevamente la seña de manos sin tener éxito alguno— No puedo usar mis poderes.

Resignado a escapar por su propia cuenta se dirigió a una pequeña cama —que eran solo unas cobijas— y se acostó tapándose con una fina tela que parecía más una servilleta pues el frío lograba entrar a través de ella, removiéndose un tanto incomodo por las cadenas que lo ataban.

— Está despierto —Las cadenas que rodeaban la puerta de barrotes oxidados se abrió permitiéndoles la entrada a unas doncellas que vestían con ropas negras y rojas, Taehyung sintió sus presencias y soltó un suspiro al comprobar que solo eran unas pequeñas señoritas demonio.

Esperen... ¿Demonios?

— ¿Va a comer primero o tendrá una buena charla con nosotras? —Preguntó la doncella con ojos lujuriosos, tocando el pecho amenazando con quitar la túnica de su hanbok. Taehyung inmediatamente aparto las manos de la doncella, asqueado.

— N-Normalmente a esta hora estoy sacando la noche, me temo que guardaremos la charla para otro día —Las doncellas se miraron entre ellas, indignadas.

Ya váyanse. —pensó suplicante.

— ¿Necesita apartar tiempo para beber y divertirse? Qué aburrido —Se quejó la doncella que anteriormente le estaba coqueteando.

— S-Si —Contestó Taehyung cerrando los ojos fingiendo meditar, las doncellas se miraron entre ellas recogiendo las canastas donde habían traído la comida para después salir y colocar las cadenas en la puerta. El pelinegro abrió uno de sus ojos para cerciorarse de que las damas se habían ido, suspiró abatido volviendo a recostarse con los brazos bajo su cabeza, utilizándolos como almohadas.

A las afueras del palacio subterráneo, un joven príncipe corría sonriente al enterarse de que nuevamente uno de los súcubos había secuestrado injustamente a un inmortal

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A las afueras del palacio subterráneo, un joven príncipe corría sonriente al enterarse de que nuevamente uno de los súcubos había secuestrado injustamente a un inmortal. En el camino se encontró a unas doncellas que gustosamente le saludaron con una reverencia que este inmediatamente correspondió, sin borrar la brillante sonrisa que traía.

— ¡Ya! ¡Viste eso! ¡Me ha sonreído!—Una de las doncellas se ruborizo apretando la canasta.

— ¡El segundo príncipe es tan apuesto! —Dijo la dama a su izquierda soltando un suspiro de amor.

Beomgyu soltó una pequeña risita al escuchar los cuchicheos de las empleadas del palacio y siguió su camino rumbo al palacio subterráneo. 

— Alteza —Los guardias le saludaron dejándole pasar.— El señor Demonio le espera.

Beomgyu asintió entrando en el palacio sin antes darle una última mirada al lugar donde el pequeño inmortal de cabellos negros estaba apresado.

Reunidos, el señor Demonio y sus dos hijos mayores se encontraban hablando de temas políticos, uno de los guardias de las tropas del General al mando entro, interrumpiendo la tensa charla entre padre e hijos.

— Señor Demonio —reverenció el soldado— Informe, el segundo príncipe del Reino Celestial ha traído un regalo. Está esperando en el Palacio Este.

Beomgyu y Hueningkai se miraron, extrañados, mientras que su padre mantenía esa expresión burlona en su rostro.

— ¿Un regalo? —Casi suelta una carcajada.

— Por todos los reinos se dice que es el cumpleaños del Emperador Celestial. Un regalo para todos los gobernantes que forman parte del Reino Celestial. —Informó el soldado.

— Ese viejo... —soltó con desprecio— cada año es lo mismo. Regalándole cosas insignificantes al mundo entero. ¿En serio piensa que con un maldito regalo me arrodillare ante él? ¡No soy como los demás gobernantes!

— Han pasado más de quinientos años, su tribu ha gobernado por demasiado tiempo —Hueningkai suspiró, mirando a sus dos familiares — ¿Cree que es hora de un cambio, padre?

— Retírese —Le dijo Beomgyu al soldado quien inmediatamente acepto las ordenes retirandose por las grandes puertas de acero.

— Oh mis queridos hijos... La guerra se aproxima.

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¡Feliz navidad estrellitas! 1/2

El Hijo De La Luna ||Vkook Libro #1||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora