32: La pista que falta.

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La Nación del Fuego era uno de los gobiernos más poderosos del Reino Celestial, incluso el emperador estaba por debajo del Rey de ese país. A pesar de formar parte de los nueve cielos, estos no se consideraban parte del Clan Celestial desde la caída de los cuatro cielos que se desconocen actualmente. Sin embargo, aún mantenían sus títulos como Dioses y Monarcas por la tradición y tregua de hace más de doscientos mil años.

Una historia básica que, a los espíritus frutales y Dioses menores se les impartía una vez que comenzaran sus estudios para alcanzar la inmortalidad definitiva. Esto último, se le decía a los humanos que practicaban la cultivación y aislamientos, para volverse inmortales y tener un lugar en el tribunal celestial.

Y cabía destacar que muy pocos lo habían conseguido.

Min Yoongi siempre fue testigo de cada uno de los ascensos al cielo, tanto como lo fue de los destierros. Siendo este el segundo príncipe de la Nación del Fuego, no había sido más que uno de los peones de su padre, el Rey Min, para extender sus raíces a tierras que no tenían nada que ver con los Fénix.

Pero, si de algo estaba por lo menos un poco agradecido con su padre, era el que hubiera escogido a Park Jimin como su compañero de vida. Los rumores circulaban en el Salón Marcial, pero el platinado nunca se molestó a aclararlos, tampoco es como si ser de la familia real de una nación que prácticamente aterraba a todo el mundo fuese malo.

El día que lo conoció, esa preciosa noche donde irrumpió en sus aposentos debido a un accidente. Un accidente que le había costado unas cuantas plumas a su verdadera forma, donde pudo apreciar de cerca cada uno de sus rasgos y sus lunares. Si alguien más le preguntaba qué era lo que más le gustaba de ese muchacho, él sin duda respondería con entusiasmo "— Todo de él "

Realmente no había otra cosa que le gustara más que su rostro sonriente y su olor a flores.

— Me pregunto cuando seremos capaces de observar el cielo azul y no uno sumergido en los anticuados colores de la escala de grises.

El viento a su alrededor comenzó a volverse pesado, el olor a rosas marchitas llegó hasta sus fosas nasales, un aroma que solo tuvo la oportunidad de oler solo una vez. La vez que había ocurrido la tragedia en el Muelle de las Flores.

Las flores que decoraban el precioso jardín del pabellón se marchitaban una a una, sin ninguna razón en específica. Hasta que apareció esa rosada cabellera y por fin todo tuvo sentido, al menos para él, que cuando vio directamente a sus ojos no pudo ver su reflejo en ellos.

Aquellos ojos le miraban de una manera fría y asesina.

Fuego, el caliente fuego que habitaba en sus entrañas de repente estaba frío. Al igual que su cuerpo lentamente se enfriaba, a la par que seguía mirando ese pulcro rostro que parecía haber perdido todo rastro de inocencia, una inocencia que se llevó el viento al momento en que sus rodillas impactaron contra el suelo y la sangre salía poco a poco de su boca.

— ¿Por qué? —preguntó— ¿Por qué me matas si sabes que somos destinados?

— No. —respondió fríamente— No estoy matándote. Debes pagar por lo que hiciste, y si debo morir contigo, lo haré. —Jimin al igual que el platinado, estaba de rodillas, pero sin ninguna pizca de dolor en su rostro cuando visible toda la sangre que salía de él.

— Y-Yo.... —sus palabras se vieron obligadas a interrumpirse, debido a que otra oleada de sangre estaba subiendo por su garganta para ser expulsada— No lo hice... N-No....

Por más dolorosa que fuera su historia, Jimin no tenía el corazón para matar a alguien y menos si es una persona que amó con toda su alma. Un pequeño rayo de luz descendió de los cielos, una brillantez que podía transmitir paz, tranquilidad y calidez en su máximo esplendor.

El Hijo De La Luna ||Vkook Libro #1||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora