Grietas.

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La noche ya cobijada el cielo en Puebla. Algunas estrellas relucían su belleza en la oscuridad de la noche, un suave frío se esparcía por las calles, y la luz suave de las velas iluminaba los lugares más concurridos, entre ellos, el parque, donde Xóchitl permanecía sentada sobre una banca de madera, veía a los niños correr y jugar sin prestarles mucha atención en realidad. Estaba más bien atenta a los alrededores buscando la silueta de Leo. Ambos habían quedado de verse al anochecer en el parque para charlar y comer algo, cualquier cosa era buena si se trataba de ver a su amado un momento, después de todo, últimamente no tenían mucho tiempo para compartir, ella debía trabajar duro para pagar la renta de su pequeña casita, además de cubrir los gastos comunes como comida, velas, limpieza... Y por otro lado las cosas para Leo no eran mejores, su abuela necesitaba muchas atenciones, ya era muy mayor y no debía hacerse cargo de la panadería a esa edad. Entonces entre Leo, Nando y Dionisia sacaban adelante la panadería. Una ayudadita no les vendría mal, y por ello más de una vez consideró trabajar en la panadería, junto a su amado. Pero en una ocasión se les quemó una orden de pan por andar de melosos, y con ello se ganaron una buena regañada por parte de Doña Toñita, y una semana de limpiar todo el lugar. Así que era mejor mantener su distancia. 

Una risa la sacó de sus pensamientos, era una joven, de piel ligeramente acanelada, de ropas coloridas y cabello alborotado castaño, que se encontraba con quien parecía ser su novio. Él llevaba en mano un hermoso ramo de rosas rojas que le obsequió a su amada, y ella entre risitas nerviosas y un intenso color rojizo en las mejillas, se las aceptó. 

Xóchitl sonrió. 

Debía ser muy bonito que te regalasen flores... una flor... 

¿Leo le había regalado flores alguna vez? 

No, nunca. 

Pero él había tenido detalles muy lindos, por ejemplo, esa vez que... que... fue a buscarla a Guanajuato. ¿Quien más habría ido a buscar a su amada a otro estado? Quizá sólo él había ido a buscarla hasta el mismo fin del mundo... solo para enamorarse de una completa desconocida, en solo una noche. 

Suspiró. 

- Una... flor... 

- ¡Gasnaaates! ¡Merengueees! 

La voz estridente de un hombre en la esquina de la plaza llamó su atención y puso fin a sus pensamientos, para luego reemplazarlos con otros más digeribles.

A Leo le gustan los merengues. 

Dirigió su vista hacia donde venía el sonido, y se encontró con el puesto de un señor que ya parecía mayor, entonando alegre sus productos. 

No lo pensó, y para cuando se dio cuenta, ya estaba frente al puesto. 

- Buenas noches. 

- Buenas noches muchacha, ¿en qué le puedo servir? 

- Pus nomas quería saber de a cuanto salen 

- 10 tlacos*, lo que usted guste. 

Xóchitl miró su bolsita, tenía justamente 10, pero si gastaba eso, mañana tendría que limitarse con la comida... pero sólo eso, limitarse, además, con un día no moriría de hambre. 

No lo pensó más y terminó por comprar un merengue, lo envolvió con cuidado en un pequeño trapo y lo volvió a meter a su bolsa, no quería que se ensuciara. 

- Gracias muchacha.

-A usted. Buenas noches. 

Sin decir más se alejó con paso tranquilo hasta el sitio donde estaba en un inicio y volvió a esperar. 

Hilo de Sangre. [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora