Un plan.

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- iiAYUDA!!

Gritaba la más pequeña del grupo, desesperadamente mientras su hermano de mechones azulados, ayudado de la de rizos chocolate, llevaban a Leo, cada uno con un brazo al hombro. El muchacho había quedado inconsciente al recibir el ataque de la morena, y sus amigos a duras penas pudieron sacarlo del peligro.

En el pecho del moreno, a un costado de su hombro, una horrible quemadura manchaba sus ropas de un vivido color escarlata, combinado con chamuscados trozos de tela adheridos a su piel.

- iiPOR FAVOR!!

Volvió a insistir la menor, Leo necesitaba recibir ayuda urgentemente, no sabía anda de heridas ni quemaduras, pero sabia que si se atendía, podría llegar a morir. Por ello sus gritos desesperados seguro terminaría por desgarrarse la garganta.

La abuela de la niña indígena, quien se encargaba de preparar ungüentos, se percató del grito desesperado de la niña peliazul. Esto le hizo imaginar el peor de los escenarios, y aunque sabía que era un hecho, quería creer que se equivocaba.

Cuando por fin el grupo de chicos entró a la pequeña vivienda, la mujer fue a atenderlos rápidamente y entonces confirmó sus temores.

- iRecuéstenlo! Juanita trae las plantas, pero rápido mija.

Ordenó la mujer de cabellos plata a la menor, quien obedeció sin pensarlo 2 veces. Mientras tanto, Leo era recostado cuidadosamente sobre un petate en el piso.

- ¿Qué le pasó?.

La mayor no necesitaba respuesta, imaginaba el escenario, pero quería conocer los detalles.

- La bruja, eso pasó ¿Puede ayudarlo?

El aire entrecortado que escapó de los labios de Beto, puso a pensar a la mujer, había atendido quemaduras de tercer grado, pero nunca una tan cerca del corazón, y a pesar de que esta a penas llegaba a una quemadura de segundo grado, no por eso dejaba de ser inmensurablemente dolorosa.

- Pidan de rodillas a la virgen de Guadalupe por que el fuego no haya llegado a su corazón. Y entonces podrá salvarse.

- Aquí están las yerbas abuela.

Juanita entró al lugar con una cesta llena de tallos, hojas y flores que relucían lindos pétalos de diversos colores, vividos y oscuros. Ella, puso la cesta sobre un estante, cerca de su abuela.

- Gracias mi niña, ahora por favor salgan, tengo que atenderlo.

- Está equivocada si cree que lo vamos a dejar.

La terca voz de la joven de paliacate rojo sonó en un tono de miedo y preocupación.

- Podemos quedarnos discutiendo, pero cada minuto que perdemos es un minuto que podemos invertir en salvar la vida de su amigo.

La chica no dijo más, incluso se levantó y tomó el brazo de Kika y Beto para sacarlos de ahí sin perder un solo segundo, aunque su cara no era exactamente la más amigable.

- Juanita, trae unas tijeras, vamos a tener que cortar la tela que se adhirió a su piel.

...

Mientras atendían a Leo, sus amigos se mantenían pendientes en la habitación aledaña. Cada uno se mantenía en silencio, solo cruzaban miradas tristes entre ellos, y seguían perdidos en sus pensamientos.

Kika se mantenía justo al lado de la cortina, no quería asomarse, solo quería estar junto a Leo, y aunque la situación se lo impedía, al menos quería sentir que estaba ahí para él.

Hilo de Sangre. [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora