Odio.

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La abuela de Juanita estaba sentada en una silla, observando inquieta la ventana, esos muchachos habían decidido ir a hacer alguna cosa alocada que no pudo descifrar, y ahora solo se agudizaba un crudo silencio en todo el lugar. No había señales de ninguno de los chicos. Entonces el sonido de la puerta llamó su atención, soltó un pequeño suspiro de alivio al ver entrar a su nieta.

- Ya era hora de que llegaras, ¿Qué horas son estas Juana? 

Le dijo la mayor con el seño fruncido y entonces se detuvo a observar el rostro de la pequeña. Tenía los ojos rojos e hinchados, en sus brazos llevaba al tlacomixtle que no se movía y estaba empolvado.

- Hice algo horrible...

Dijo la pequeña en un hilo de voz y de inmediato su abuela se levantó y la ayudó a sentarse.

- ¿Qué pasó? ¿Dónde están Leo y los demás? ¿Qué le pasó a Tlaco?

Preguntó la mayor tomando las manos de la menor y sentándose frente a ella.

- Los traicioné... los traicioné... 

Repitió la del paño una y otra vez hasta que volvió a romper en llanto, y su abuela se quedó perpleja viéndola.

- No te entiendo hija...

- ¡Los vendí! ¡Los cambié por estúpida agua con ese estúpido fraile de pacotilla! ¡Ellos van a morir por mi culpa! ¡Tlacomixtle murió por MI culpa! Soy un monstruo...

La anciana sintió un escalofrío recorrer su espalda al escuchar sus palabras y no pudo hacer más que abrazarla.

- ¡Marcela tenía razón! Soy una traidora egoísta. Dejé morir a su madre, traicioné a mis amigos, asesiné a mi mejor amigo, abandoné a Marce... Ella me necesitaba, y yo le di la espalda, mi cobardía no me dejó hacer nada, hubiera salido sin importar nada, hubiera corrido tras ella, pero la abandoné, dejé que le arrebataran todo... 

La anciana acariciaba su cabello con delicadeza, ella sabía que perder a Marcela le había dolido, pero jamás imagino que cargara con tanta culpa, y tampoco imaginó que la joven significara tanto para ella. Podía soportar muchas cosas, pero jamás que su nieta se culpara por algo que no era su culpa.

- Escúchame Juanita, hay algo que tienes que saber y que debí decírtelo hace mucho tiempo.

Juanita se alejó un poco de la mujer de cabellos plata, y esta suspiró pesadamente.

- Yo delaté a la mamá de Marcela.

La menor se levantó bruscamente de su lugar y su tristeza profunda solo se convirtió en confusión.

- Un día, escuché al sacerdote decir que había un par de personas en el pueblo que estaban yendo en contra de las enseñanzas de Dios, un par de niñas que se la pasaban juntas todo el día, todos los días haciendo cosas raras, una de ellas era Marcela, y la otra... eras tú. En cuanto me enteré hablé con el sacerdote y le dije que era su madre quien hacía brujería... Le supliqué que a cambio de tal información te perdonara la vida, y él aceptó con la condición de que no volvieras a tener contacto alguno con ella, y además fingieras jamás haberla conocido.

Juanita se tensó, era por eso que Marcela la había llamado  traidora, ella debe pensar que fue su mejor amiga quien fue con el chisme. Quizá por eso su odio repentino, quizá por eso la atacó...

- Me dijiste que si iba tras Marcela esa noche te iban a acusar a ti también, y te iban a matar, me memtiste porque sabías que si me decías la verdad, iba a ser yo la juzgada...

- Ibas a correr tras ella, sin importarte nada... Juanita, eres mi mayor tesoro, tenía que protegerte.

- Por eso me dijiste que actuara como si jamás la hubiese conocido... Por eso me pediste que jamás volviera a pronunciar su nombre. 

Hilo de Sangre. [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora