Monstruo.

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- ¿No te da miedo el futuro?

Preguntó Juanita a su compañera, ambas estaban acostadas en algún rincón del cerro entre el alto pastizal verde y las florecitas silvestres que crecían por el lugar. Había una suave y fresca brisa que acariciaba el césped y lo hacia bailar en diferentes direcciones, algunas mariposas amarillas revoloteaban por el sitio, y un par de abejitas trabajadoras visitaban las flores, mientras se llevaban el polvillo amarillo de su interior. 

- ¿Por qué lo haría? 

Respondió su compañera, que estaba recostada junto a ella en dirección contraria, su cabello extendido por todo el piso daba la impresión de que formaban una especie de Yin y Yang.

- Es impredecible. De un segundo a otro todo puede cambiar radicalmente.

- Está bien, soy fuerte, puedo con lo que sea que se me ponga enfrente.

Respondió segura de si misma la pelimorada. La castaña se recostó sobre su hombro para ver el rostro de Marcela, ella aún miraba las nubes esponjosas del cielo.

- Al menos tú tienes esa certeza, a mi sí me aterra, el cambio implica que todo es pasajero, incluso las personas.

- ¿Por qué tan melancólica de repente?

Preguntó curiosa Marcela dejando su posición para imitar de la Juanita. Posó sus ojos sobre los de ella, buscando una respuesta, cosa que tiñó ligeramente las mejillas de Juanita de color carmín, ello la hizo desviar la mirada de nueva cuenta al cielo azulado.

- Sabes que nunca he tenido muchos amigos, mi vida social puede reducirse a mi abuela, tlacomixtle y tú. No quisiera que ustedes...

- ¡Oye no pienses eso!

Marcela interrumpió a Juanita y se levantó para posar una de sus manos sobre la mejilla derecha de la menor. Los ojos chocolate de la joven se encontraron con los ojos jade de Marcela, quien regresó a su intenso colos rojo, mientras la pelimorada acarició con la punta de sus dedos la mejilla de Juanita, y le dio una cálida sonrisa.

- Le haces honor a tu apodo, siempre ansiosa, ratoncita.

Dijo burlona Marcela terminando de delinear el contorno del rostro de Juanita con la punta de sus dedos.

- Y yo que creí que me lo decías porque mi único amigo es un roedor.

Respondió la contraria alejando rápidamente la vista de Marcela.

- En parte, además tienes ojos grandes, eres tierna y nerviosa.

- ¡Oye!

La menor frunció el seño y Marcela sonrió divertida,  gesto que rápidamente hizo a Juanita olvidar su ligera molestia.

- No tienes que preocuparte por el futuro, yo estoy contigo, y lo voy a estar siempre.

...

Juanita cerró sus ojos suavemente con aquel nítido recuerdo presente en su memoria, el sonido de aquella promesa en su corazón le hizo sonreír suavemente. Quería a Marcela, esperaba poder encontrarla en otra vida, y poder hacer bien las cosas esa vez, podría ser entonces digna de mantener sus promesa.

Todos los presentes se encogieron sobre sus rodillas y taparon con fuerza sus oídos, ante el terrible estruendo que ensordeció por un par de segundos a los más cercanos a la iglesia. 

Antes de que el sacerdote pudiera disparar el arma, una bola de fuego impactó con la iglesia, haciendo que uno de los pilares cayera destrozado y en llamas al piso, levantando una nube de polvo y humo por todo el lugar. Tal fue el impacto que el sacerdote cayó sobre su espalda y lanzó la bolsa pequeña que tenía con balas lejos. dejando únicamente a su alcance la bala que tenía dentro de la escopeta.

Hilo de Sangre. [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora