El baile.

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La joven morena se encontraba acurrucada en una esquina de la carreta, apenas cubierta con una manta, hacía frío, mucho, al grado que le calaba los huesos, sin contar que todo estaba temblando, era muy incómodo, ya de último momento se rindió y se levantó, había apenas dormido un par de horas. Al descubrirse el rostro, se encontró con el sol apenas asomando sus primeros rayos por el este. En la parte delantera, Alex guiaba la carreta, iba tarareando una canción que terminó por llamar la atención de Xóchitl, no sabía mucho de música, pero el muchacho no cantaba mal. 

Entonces prestó atención a sus alrededores, había casas muy altas y grandes, sin contar las calles empedraras y el estilo elegante y formal. ¿Esa era la capital?

- Buenos días.

Dijo ella, aún más dormida que despierta. El joven detuvo su cantar y le sonrió ampliamente a la joven.

- Buenos días bella dama. 

- ¿Estamos en la capital?

- Así es, en un par de minutos llegaremos a la hacienda donde será la fiesta... Eso si ese señor no me dio mal las indicaciones, parecía alguien extraño...

Xóchitl ladeó un poco su rostro, mostrando clara curiosidad.

- ¿Tenía algo malo?

- No en realidad, es que lo vi tirar un mango.

- ... ¿Qué?

-Sí, lanzó un mango.

- Oh, te molesta que haya ensuciado la calle.

- No es eso, aunque claro, también está mal... Pero a lo que me refiero, es a que despreció un mango ¿Qué clase de enfermo tira un mango a la basura? 

Xóchitl no lo soportó más y se puso a reír mientras Alejandro lo miraba confuso, para él era algo muy serio.

- De acuerdo, ¿Qué te dijo ese hombre malvado?

- Todo derecho, vuelta a la izquierda en la plaza, y luego a la derecha... ¿o era derecho? Bueno, lo descubriremos después.

Xóchitl suspiró. 

Pasaron un par de minutos, dando un par vueltas en círculos, Entonces Xóchitl descubrió que el sentido de la orientación de Alex era terriblemente malo. Después, se fastidió y terminaron pidiendo indicaciones a un amable anciano, así, al cabo de unos pocos minutos, ambos estaban frente a un gran portón de acero, un par de guardias custodiaban la entrada. 

- ¿Podemos ayudarles?

- Claro, la señorita Elena me contrató como músico, ¿es aquí el acceso?

- ¿La familia Montecinos invitó a un par de campesinos como ustedes al encuentro? Esa es buena.

- ¿Perdón? 

Dijo la joven morena algo confundida.

- Escucha niño, los músicos llegaron desde ayer, la próxima vez que vengas a mentir, inventa algo creíble.

Dijo burlonamente uno de los gendarmes mientras su compañero reía divertido.

- Tuvimos un inconveniente y nos retrasamos.

El joven buscó en su morral, de ahí, sacó una invitación, ligeramente maltratada. 

- ¿Lo ve?

Ambos hombre revisaron el papel detenidamente.

- Me pregunto a que noble se la habrás quitado.

 - ¿De que está hablando?

- Niño, si no quieres problemas, será mejor que te retires ahora, no nos obligues a llevarte a la capitanía.

Hilo de Sangre. [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora