¿Qué dice mi corazón?

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Una enorme penumbra envolvía al joven, una que poco a poco comenzó a desaparecer con la nítida imagen de una mujer a su lado, el pelinegro parpadeó un par de veces hasta que la imagen se aclaró por completo, era una mujer algo mayor que lo veía fijamente, apenas logró encontrar forma a la silueta el chico dio un salto repentino hacia atrás, no todos los días abrías los ojos y lo primero en encontrarte. era una momia egipcia viéndote sin parpadear y a apenas unos centímetros de distancia. 

- ¡Virgen Santa!

Al intentar alejarse del rostro de la mujer, se dio un buen golpe en la cabeza con una estantería que estaba tras de él, lo que le provocó un ligero dolor en la cabeza.

- ¡Auch! ¿Quién puso esto aquí?

Reclamó mientras se sobaba la nuca. La mujer puso una mueca y lo jaló del brazo para volver a recostarlo.

- Ya estás bien, pero no puedes estar mucho tiempo bajo el sol y necesitas dormir bien, además de tomar estas pastillas cada 8 horas, mocoso mal educado.

Le dijo la mujer, aún ofendida, dispuesta a salir de la habitación.

- ¡Espere! Lo siento... No entiend nada. 

La mujer suspiró.

- Estás en el hospital de Santo Tomás, te golpeaste la cabeza cuando saliste con esta niña en brazos.

La mujer apuntó a Xóchitl, quien estaba sentada en la cama de al lado, viendo al joven músico con una sonrisa tímida.

- ¿Xóchitl...? ¡Ay que alivio! Estás bien...

Dijo el joven en un aire victorioso y dejó caer sobre la cama. 

- Afortunadamente ella no sufrió daños graves, pero insistió en quedarse hasta que despertaras.

Ante la mención de la enfermera, Xóchitl se puso intensamente roja, y trató de ocultar su rostro bajo las sabanas.

- Ambos están bien, el alcalde se encargará de pagar todos los gastos médicos de quienes resultaron afectados por los incendios de ayer, pero no puedes irte hasta mañana temprano, estás en observación. 

- ¿Mañana temprano? Pero yo debo salir hoy de la ciudad.

Alegó el pelinegro

- Lo siento muchacho, pero no tiene caso que te vayas si te vas a desmayar a mitad de camino.

Santiago alegó entre dientes y la mujer solo optó por ignorarlo y salir de la habitación, la cual quedó en silencio unos minutos, hasta que Xóchitl habló suavemente.

- Oye, Santi... Gracias por ayudarme ayer...

Santiago dirigió su vista hacia la morena, quien se asomaba apenas un poco entre las cobijas. Esta imagen hizo que Santiago le sonriera ampliamente, se veía muy tierna. 

- ¿Qué va? Cualquiera lo hubiera hecho.

- No, no cualquiera... Esa es una de las cosas que me gusta de ti, eres especial.

Santiago se sonrojó con su comentario, y ante su sonrojo Xóchitl se tiñó del mismo color, y ambos se quedaron mirándose con cada centímetro de sus mejillas bañado en un tierno color rojizo.

Entonces la puerta se abrió y Leo entró a la habitación, al reconocer su silueta Xóchitl se cubrió por completo con la sábana y Santiago desvió la mirada. En una de sus manos, Leo llevaba un ramo de flores pequeño, color morado, y en la otra, un jugo de naranja. Al entrar a la habitación lo primero que vio fue a Santiago, con la cabeza vendada, completamente rojo y mirando un punto cualquiera en el techo, detalle al que decidió no prestar atención, tal vez el golpe le había matado las 3 neuronas que le quedaban.

Hilo de Sangre. [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora