Capitulo 26

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Caminó por el pasillo con tranquilidad, saludó alegremente a los pocos alumnos de Hogwarts que se habían armado de valor para saludar primero e incluso se dejó tomar una foto por Collin.

A Harry no le importaba que el director lo interceptara, no cuando el pelinegro había ingresado en sus dominios tan despreocupadamente y lo más vistoso posible.

Había pasado una semana y los gemelos le habían informado que Umbridge seguía con sus cosas, por lo que ahora podía actuar como él quisiera, le había advertido al ministro que controlara a su adepto y no lo hizo, era momento de hacer justicia por mano propia.

El ojiverde se detuvo frente a la puerta de la Suma Inquisitoria, escuchaba algunos quejidos de dolor muy tenues y el olor a sangre podía sentirse en el ambiente.

Sin detenerse a tocar, Harry abrió la puerta descartando el hechizo que la mantenía cerrada y el lanzado por la dama rosada frente al escritorio.

— Buenas noches Dolores. – saludó Harry mostrando un sonrisa espeluznante que prometía dolor. — El ministerio me ha dado permiso de tratar contigo como me venga en gana.

La mujer chilló al sentir la magia y elevó su varita con rapidez, una ronda de hechizos salieron disparados, importándole poco si aquellos hechizos le daban a su alumno castigado.

Un hechizo perfectamente colocado fue enviado a la cabeza de la mujer insoportable y está cayó inconsciente, Harry se felicitó a si mismo ante su puntería perfecta, incluso la caída había sido digna de inmortalizar.

— Muéstrame tu mano. – pidió Harry al Hufflepuff de segundo año que estaba agazapado en una esquina. — ¿Quieres tener la cicatriz por el resto de tu vida?

Con desconfianza el niño mostró su mano, la frase "debo obedecer a mis maestros" plasmada en el dorso e hinchada por lo reciente que era.

Harry dejó salir su magia curativa, envolviendo por completo al niño, eliminando la marca, el dolor, la hinchazón e inclusive el inicio de una gripe escandalosa.

— Gra... gracias. – tartamudeo el niño antes de tomar las cosas que le ofrecía Harry.

— Ve a tu sala común, pídele a la profesora Sprout una poción calmante y toma una siesta. En la mañana Dolores Umbridge ya no estará aquí. – señaló Harry viendo a la mujer que estaba inconsciente en el piso.

— ¡¿Se murió?! – exclamó horrorizado el tejón haciendo a Harry ponerse nervioso.

— ¡No, por supuesto que no! – agregó igual de rápido antes de relajarse. — La profesora Umbrigde fue despedida, alguien nuevo ocupará su lugar pronto.

El tejón se le quedó viendo con los ojos entrecerrados, buscando cualquier indicio de que el pelinegro estaba mintiendo, pero terminó decidiendo que no importaba lo que le sucediera a la mujer, ella se lo había buscado así que el niño salió de la oficina asegurándose de pisar fuertemente los dedos de Umbrigde.

Harry sonrió ante las acciones del Hufflepuff, ignorando a consciencia la venganza del más joven contra la mujer que lo había lastimado, fue incluso divertido de ver aún si los ojos del niño lo habían seguido hasta que salió de la oficina.

Antes de que Harry pudiera hacer algo contra la mujer, dos voces conocidas lo interrumpieron.

— ¿Pensabas iniciar sin nosotros? Eso duele Harry. – dijeron ambos al mismo tiempo.

— Sabía que estarían cerca, después de todo la justicia debe hacerse en presencia de la misma. – dijo Harry reconociendo el cambio de alma en ambos gemelos. — ¿Cómo debería referirme a usted?

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