Las llamas azules bailaban, iluminando de forma gloriosa el salón donde reposaba el objeto mágico más importante del momento. Sus suaves llamas seducían con dulces palabras a quienes se le acercaban y podían pasar por aquella línea color blanca y vaporosa que restringía el acceso a aquellos quienes no cumplían con el requisito para el que fue impuesto.
Una rubia platinado se acercó con una mirada vacilante al objeto que estaba posado en medio del salón, su nombre escrito en el papel que traía a la mano cubierta por un guante de alguna tela suave y delicada.
El cáliz de fuego, ese juez imparcial que decidiría quienes eran dignos de ser los concursantes en el torneo de los tres magos, volvió sus llamas rojas al momento en que el papel fue puesto en su poder. La rubia solo soltó un suspiro de resignación, ya no había marcha atrás, la magia del contrato mágico vinculante que el cáliz hacia se enganchó a su magia, asegurándose de que no incumpliera lo predicho o su magia actuaría.
La rubia salió de la sala, con una mueca nerviosa recordando la insana sensación del cáliz. Una sombra salió del rincón más oscuro con una sonrisa traviesa, viendo como la rubia se alejaba. Lo que tenía que hacer estaba hecho, había visto el encantamiento que se había ocupado para confundir al cáliz y probó su teoría de la magia goblin.
El cáliz de fuego estaba hecho sin duda alguna por los goblins, la magia gris que actuaba en torno a los candidatos le hizo saber que la magia que se había ocupado estaba entrelazada al metal con la que fue fabricada. Las dulces llamas azules era la magia de aquellos que habían incumplido el contrato y volviéndose roja de entusiasmo para jalar a la siguiente víctima.
— ¿Si alguien te viera aquí pensaría que estabas poniendo tu nombre en el cáliz? — la voz provenía de la puerta, donde recargada estaba una rubia de ojos saltones.
— Solo quería probar una teoría... — La sombra al final descubrió su cara, mostrando un cabello azabache y unos hermosos ojos verdes. Dio un paso más cerca de la línea de edad y esta parpadeó un poco, otro paso y atravesó completamente la línea a dos pasos del cáliz. — La línea tiene una excepción en específico, ¿Cuál crees que es?
Luna Lovegood vio de forma analítica la línea antes de acercarse a ella y ver como una barrera le impedía cruzar hasta donde estaba el azabache.
— La línea no reconoce un núcleo maduro, yo habría pasado si así era... — murmuró Luna antes de abrir los ojos sorprendida. — Ella solo permitiría que un adolescente cruzara y ese adolescente en específico eres tu.
El pelinegro asintió feliz de la conclusión de su amiga, salió de la línea para poder cubrir a la rubia con su capa de invisibilidad.
— Estuve revisando mis memorias, hubo un momento en el que la línea y yo nos cruzamos a mitad de mi camino. La traspasé, eso me sorprendió un poco pero decidí que era mejor ignorar ese hecho. Dumbledore hizo la línea para que yo me tentara en poner mi nombre, el cáliz de alguna forma me elegiría de eso estoy seguro. — murmuró mientras cubría sus cabezas. — Te llevaré a tu sala común.
Luna asintió de acuerdo con su amigo, tocando con curiosidad la hermosa capa de invisibilidad, la capa de la muerte. De esa capa que estaba sobre ellos se habían diseñado las capas comerciales que se desgastaban al cabo de unos años. Sin embargo, la capa de los Potter nunca se desgastaba, Luna escuchó por los labios de Harry que era una capa que se trasmitía de generación en generación y que nunca se había desgastado.
Todos conocían el cuento de las reliquias de la muerte, solo uno heredó su reliquia a su hijo y ese hijo a su hijo y así sucesivamente. La capa de la invisibilidad era la reliquia de Ignotus Peverell el ancestro de Harry y por el cual el mismo podría ostentar un título tan antiguo.
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Hechicero Supremo
FanfictionLas frases de los grandes hombres son plasmadas en el alma de las personas ordinarias. Harry siempre lo dijo y ahora siendo apuntado por tres varitas de los que creyó eran su familia se dio cuenta de cuanta razón llegaban a tener los malditos. ...