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La puerta fue abierta frente a ella. Su madre se lanzó a abrazarla en cuanto la vio, su padre se quedó en el marco sin moverse.

-No vuelvas a irte así, estábamos muy preocupados Vanessa- le dijo su madre. Entraron a la casa, Vanessa tenía miedo. Apenas y podía mantenerse de pie.

- ¿De dónde sacaste esa pijama? - dijo su padre molesto. Ella bajó la vista, era ropa que tenía en la casa de sus amigos. Hasta ese momento se percató del corte en su pie. Su madre ya había traído el botiquín para curarlo.

-Creo que ya lo saben- dijo casi sin emoción. Su padre pareció enfurecer ante esas palabras.

- ¿Así que si estabas en esa casa? - dijo molesto su padre. Vanessa sostuvo su mirada, sentía el ardor de la herida. Su madre mantenía la vista fija en el pie de su hija, limpiando y vendando con cuidado.

-Si, he estado todo el verano con ellos- dijo. Sintió la bofetada antes de reaccionar.

Una sensación amarga se extendió por su cuerpo, su misma madre quien le limpiaba y cuidaba su herida era la misma que le había dado una bofetada. Vanessa sintió como empezaba a llorar no por el golpe, lloraba por qué sabía que sus padres no la aceptarían.

- ¡Estás enferma! ¡Es una vergüenza que seas mi hija! - le gritó su madre.

- ¿Soy una vergüenza por amar? ¿Por buscar mi felicidad? - dijo Vanessa. No alzó la voz, no lo dijo con enojo. Mantenía una voz calmada.

- ¡Eso no es amor! ¿No lo ves hija? Te llevábamos al internado para que te curaran por que estabas enferma. Esa chica te metió ideas locas a la cabeza diciéndote que estaban enamoradas, pero te educamos bien, no podías ser así- dijo su padre.

-Claro que me educaron bien, sigo siendo la misma. Annie no está enferma y no es quien creen. Me acabo de enterar hoy que era mi novia porque ella no quería volviera a tener estas discusiones con ustedes. Quería que fuera feliz- dijo Vanessa, su voz en ese momento se rompió. Quería ver a Annie, decirle que lo sentía, decirle que la amaba.

-Esa chica es un fenómeno. Ella y todos los demás ¡Tú misma los querías guiar por el buen camino! - le dijo su madre. Sus padre estaban de pie frente a ella. Vanessa permanecía sentada con el pie vendando.

-Ellos son mis amigos, me ayudaron a recordar más en dos meses que ustedes. Era feliz, siempre me reía cuando estaba con ellos. Me querían sin importarles que estaba enamorada de una chica- dijo Vanessa. Sus padres la empezaban a ver con asco, odio, decepción.

-Te puedes curar, volveremos a ir al internado para que puedas curarte y...

-Mamá- dijo Vanessa interrumpiendo a su madre. Los ojos de la mayor se llenaron de lágrimas. Había pasado mucho tiempo desde que su hija le había llamado así. Vanessa veía a ambos.

-Papá, al inicio pensé que estaba enferma. Fui con el padre Peter porque tenía miedo, tenía miedo de que me empezara a gustar una chica. Yo fui quien hizo un plan para decirle a Annie que me gustaba, decirle que quería que fuera mi novia.

- ¿No fue ella? - susurró su madre. Vanessa negó con la cabeza.

- ¡Da igual si tú se lo dijiste o no! ¡Es antinatural! - dijo su padre. Él seguía sin cambiar su postura, su espalda estaba firme, sus ojos reflejaban furia.

- ¿Quién decide eso? No digas que Dios por qué apuesto que me quiere como soy. ¿Quieres que viva como tú quieras? Sería infeliz, estaría atada a alguien que no amo. ¿Quieres eso para mí papá? - dijo Vanessa. Su madre seguía sin saber que hacer. Su padre la veía confundido.

- ¿Eras feliz con ella? - dijo su madre.

-Feliz es una palabra corta, para mí estar con ellos es perfecto. No me tratan de cambiar, me aman tal y como soy. Mis amigos me hacen sentir como si todo fuera perfecto, como si nada en el mundo estuviera mal- dijo Vanessa.

Nunca Los Quise OlvidarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora