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- ¿Creen que mis padres se den cuenta? - preguntó Vanessa viendo el pequeño tatuaje con plumones que se había hecho.

-Claro que no, aparte de que si lo notan tu diles que estabas probando la punta de tus plumones- le contestó Tamara mientras esperaban a qué su maestro llegara.

-Exacto, además no creo que se den cuenta de que significa- le dijo Stephen. Hasta hace poco ella tampoco hubiera sabido el significado de esas líneas y círculos, pero ahora gracias a sus amigos lo sabía.

- ¿Y ya tienen una idea para el plan que les dije? - preguntó Vanessa, pero al alzar la mirada el salón estaba vacío. Se puso de pie asustada, hacía un segundo estaba acompañada.

- ¿Vanessa? ¿Me estás escuchando? - preguntó la voz de su padre y al darse vuelta se encontraba en la sala de su casa, su padre y su madre la veían molestos.

- ¿Qué? - preguntó confundida, no sabía que estaba pasando.

-Vanessa debes de entender que estamos preocupados. Ya casi nunca estás en casa y cuando estás solo te la pasas en el celular- le dijo su madre.

-Ya les dije que estoy con mis amigos- dijo una voz a sus espaldas. Al girarse se vio a ella misma pero distinta, más joven y claramente antes del accidente. Pasó la mano enfrente de los ojos de la otra Vanessa, no la notó. Ella solo era una espectadora.

- ¿Acaso puedes llamar amigos a esos fenómenos? Tu misma los querías curar, hacer que vieran sus pecados y pudieran arrepentirse- le dijo su madre.

-Si, pero ¿Adivina qué? Al final ellos me curaron, no están enfermos, ustedes sí porque ya razoné y nada de lo que me han dicho es verdad- contestó la otra Vanessa y salió corriendo a su habitación a pesar de las insistencias de sus padres.

Vanessa, la espectadora, quiso seguirla, pero al subir las escaleras éstas se disolvieron cuál arena movediza. El pánico la empezó a invadir, sus pies se hundían más y más. Trató de gritar, pero parecía que algo se apretaba la garganta impidiendo que respirara. Finalmente, la madera le llegaba a los hombros, trató de aferrarse, pero sus manos se hundieron también. Cuando sintió que el cansancio la vencía solo se dejó llevar.

Vanessa despertó de golpe y jaló aire tratando de respirar, hubiera jurado que no podría, pero la bocanada que dio fue un alivio. Su cuello le dolía, se había dormido en el escritorio y en una mala postura así que ahora le dolía hasta la espalda.

Se puso de pie y se estiró tratando de disipar el dolor. Parpadeó un par de veces y volteó a ver su reloj, eran las nueve menos cuarto.

-Me llamo Vanessa Hudgens. Tengo 18 años. Soy hija única. Han pasado 460 días desde que desperté sin memoria.

Golpeó un poco sus mejillas tratando de despertar. Sacó su diario y anotó todo lo que recordó del sueño. Estaba escribiendo cuando escuchó los pasos de su madre en la escalera así que se precipitó a lanzar su diario bajo la cama.

- ¿Hija? - dijo su madre dando unos toques en la puerta.

-Pasa- exclamó Vanessa. Su madre entró y Vanessa supo que no sería un día tranquilo para ella.

- ¿Descansaste? Tu padre subió anoche para saludar, pero ya estabas dormida y no quiso despertarte.

-Si, me duele un poco el cuello, pero todo bien.

-De acuerdo, necesito que te pongas ropa cómoda porque me acompañarás al comedor de la iglesia para ayudar, creo que hoy puedes descansar de andar en bicicleta.

-Está bien, bajaré enseguida.

Su madre salió y Vanessa soltó un suspiro. Tomó su teléfono y le mandó un mensaje a Tamara explicándole rápidamente por qué no iría ese día. Después de eso se dio una ducha rápida y se vistió con una blusa ligera azul, un pantalón de mezclilla y unos tenis rojos. Se dejó el pelo suelto ocultando la cicatriz y bajó con su madre. Después de rezar tomaron el desayuno en silencio y al acabar salieron de casa. La madre de Vanessa no sabía manejar por que "era cosa de hombres" así que tomaron el autobús. Durante el trayecto, Vanessa descargó algunas canciones que había escuchado con sus amigos.

Nunca Los Quise OlvidarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora