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La de ojos esmeralda despertó de golpe, se dirigió a su escritorio encendiendo su lámpara para comenzar a escribir. Ese sueño había sido distinto, había recordado algo que sus amigos no le habían dicho, que Annie era de la ciudad y que había escapado de ahí por sus padres. No entendía muchas cosas de su sueño, como el por qué sus padres se oían tan molestos o por qué Annie jamás le respondió a su pregunta. Sabía que la señora Wilkons era su vecina, pero no entendía por qué la había acusado. Al acabar de escribir comenzó a dibujar el paisaje que vio, a Tamara y Annie acostadas en el pasto mientras atrás estaban Jacob y Richard tratando de encender varios troncos de madera. Dejó sus colores mientras suspiraba. Gracias al sueño ahora sabía que tenía un teléfono antes del accidente, aunque no lo trataba muy bien, supuso que se había perdido en el choque.

-Me llamo Vanessa Hudgens. Tengo 18 años. Soy hija única. Han pasado 458 días desde que desperté sin memoria.

Miró su reloj y se dio cuenta que le había pasado otra vez, se había despertado temprano, muy temprano.

03:57 AM.

- ¡Demonios! - exclamó y volvió a su cama. Ahora más que nunca deseaba un celular, quería hablar con sus amigos acerca de su sueño. Se preguntó por qué sus padres no le habían dado uno nuevo, sabía que sus padres no tenían problemas de dinero gracias al trabajo de su padre, pero aún no le habían repuesto el suyo.

Vanessa no lograba dormir, tenía la cabeza llena de ideas y eso le impedía volver a cerrar los ojos. Varias preguntas rondaban en su mente y no tenía a nadie con quien aclarar sus dudas en ese momento. Miró hacia su escritorio, su reloj ya marcaba las cuatro y media. Sin embargo, ya no tenía sueño.

Decidió ponerse de pie, se sentó en su escritorio y sacó del cajón los bocetos que no se había llevado el día anterior. En uno se veía una ventana con un balcón, alguien leía con las piernas colgando, otro era del lago, pero con algunas personas dentro. Sabía que eran sus amigos, pero en ese entonces solo hizo los rostros indistinguibles. Acomodó sus bocetos y los volvió a guardar en su cajón procurando que no se dañaran.

Abrió su diario y comenzó a leer las páginas que ella había escrito siempre que despertaba. Muchos sueños eran irrelevantes o ilógicos, pero en otros se revelaban partes de su vida que habían quedado en el olvido.

- ¡Hija es hora de despertar! - gritó su madre al otro lado del pasillo. El reloj marcaba las cinco cuarenta y cinco.

- ¡Ya desperté! - le respondió. Unos toques en la puerta alertaron que su madre quería hablar de por qué había despertado tan temprano.

- ¡Pasa! - la puerta se abrió dejando ver a su madre con un vestido que le llegaba al tobillo, era color olivo y su cabello iba recogido en un moño elegante.

- ¿Todo bien corazón? - le preguntó con un tono dulce. Vanessa guardó su diario y volteó a ver a su madre.

-Si madre, solo que me desperté temprano por unos sueños- respondió con el tono más calmado que pudo ocupar.

- ¿Puedo leer tu diario? - preguntó. Vanessa se puso muy nerviosa, antes no le hubiera importado ya que no escribía el nombre de sus amigos al no recordarlos, pero ahora ya lo había hecho y ya había puesto la molestia que sintió cuando sus padres la reprocharon por ver a sus amigos

-No creo que entiendas lo que escribo.

- ¿Puedo verlo? - volvió a preguntar, pero Vanessa sabía que ya era una orden, no preguntaba si podía, sino que quería verlo y lo haría.

-No.

- ¿Por qué? ¿Qué ocultas?

-No quiero que lo veas porque comenzarías a contarme lo de mis sueños a tus ojos y no podría recordarlo por mí misma- lo último lo dijo alzando la voz. Enseguida se sintió mal por hacerlo ya que su madre la vio decepcionada.

Nunca Los Quise OlvidarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora