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Vanessa bajó con un pantalón de mezclilla y una playera de manga larga lila. En el bolsillo del pantalón llevaba el celular y los audífonos. Eran las nueve de la mañana, pero ella moría de sueño, no había dormido por ir al internado. Mientras bajaba las escaleras escuchó voces y eso la puso en alerta, se suponía que a esa hora su padre se había marchado. Corrió a la sala y se encontró a sus padres hablando. Su padre no iba con la vestimenta formal.

- ¿Qué haces aquí? - preguntó Vanessa en cuanto lo vio.

-Buenos días mi princesa- le dijo su padre ignorando la pregunta.

-Buenos días, padre- dijo y se sentó frente a él. Tenía un mal presentimiento de todo eso.

- ¿Por qué preguntas que hago aquí? Es mi casa y de vez en cuando necesito un descanso- dijo su padre.

-Pregunto qué haces aquí porque es Jueves y no estás yendo a trabajar. No te gusta faltar a trabajar, de hecho, nunca faltas- dijo Vanessa. Un mal sentimiento empezaba a florecer en su pecho, la inseguridad de que algo no iba para nada bien.

-Creo que a veces es bueno pasar tiempo con mi hija y con mi esposa- dijo y le pasó un brazo a su madre por los hombros, eso no calmó a Vanessa.

-De acuerdo, que bueno que tomaste un descanso ¿vamos a desayunar los tres juntos? - preguntó Vanessa tratando de liberar tensión.

-Algo mejor, vendrán tus amigos y saldremos a desayunar- dijo su madre.

Y ahí estaba, eso iba mal. Seguramente invitarían a los tres idiotas que Vanessa odiaba. La chica quería lanzarse a su cama de nuevo y no salir de ahí o algo mucho mejor, preferiría huir de casa para ir con sus verdaderos amigos y quedarse a vivir ahí.

- ¿Qué amigos? Yo no tengo amigos- dijo molesta. Su padre la miró enojado y justo cuando iba a hablar tocaron el timbre.

-Deben ser ellos- dijo su madre poniéndose de pie y abriendo la puerta. Entraron Hugo, Diego y una chica que Vanessa no reconoció.

-Hola Vane, que gusto verte otra vez- dijo Diego con esa estúpida sonrisa cínica.

-Soy Vanessa, no Vane- dijo cortante. No sabía de dónde salió ese apodo, pero no le gustó.

-Perdón, así nos tratábamos antes- dijo Hugo. Frente a los adultos hablaba de una manera muy calmada, como un chico que no mataría ni a una mosca.

- ¿Vamos al auto? Podrían elegir dónde desayunar mientras platican un poco- sugirió su madre. Todos caminaron al auto y la chica se acercó a Vanessa.

-Soy Liliana por si no me recuerdas. Fuimos amigas en la primaria y secundaria hasta que te saliste de la iglesia- dijo sonriendo. Liliana tenía el pelo pelirrojo, sus ojos eran miel y tenía bastantes pecas.

-No lo recuerdo, no recuerdo a ninguno de ustedes- dijo Vanessa siendo apática. Liliana tuvo esa misma sonrisa cínica de Diego.

-Que mal que no me recuerdes, éramos muy buenas amigas- dijo Liliana y entró al auto. Vanessa entró de mala gana y cruzó los brazos volteando a la ventana.

- ¿A dónde quieren ir chicos? - dijo su padre.

Vanessa tuvo una idea, una muy mala idea, pero si sus padres jugaban sucio ella también podía hacerlo ¿verdad? Tal vez era algo estúpido pero esta vez no jugaría el juego de Diego ni el de sus padres.

-Hay un restaurante de comida rápida cerca de la iglesia, he pasado ahí unas cuantas veces, pero jamás he entrado, podríamos ir ahí- dijo con verdadero interés. Sus padres intercambiaron miradas nerviosas.

- ¿El que está a dos calles de la iglesia? - preguntó su madre. Sabían exactamente cuál era por una única razón, Stephen y Annie trabajaban ahí y Vanessa sabía que era ambos estarían en turno.

Nunca Los Quise OlvidarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora