Capitulo 17 - Nerviosismo

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-Ni de chiste esperas que escale esto ¿verdad? –pregunto Miltara.

Capri le sonrió nerviosamente. Puso sus manos en la cerca, pero antes de poder hacer algo Eber la interrumpió.

-Entonces así escalaste esto. No hay duda de porque te enterraste tanas púas –dijo Eber frustrado.

-Entonces hazlo tu primero –dijo Capri retándolo cruzando los brazos.

Eber le sonrió. Y la escalo. A Capri se le borro la sonrisa cuando vio que él lo hacía sin problema alguno. Y desde el otro lado él le sonrió y le enseño sus manos, libres de rasguños.

-Maldita sea… -susurro Capri.

-Venga, Capri. Yo te ayudo –dijo Caliban.

Capri le sonrió, mientras Caliban la guiaba diciéndole donde poner las manos y los pies. A veces le agarraba la cintura para poder darle un empujón hacia arriba, o evitar que se cayera.

-Yo te hubiera ayudado –dijo Eber cruzando los brazos y viendo hacia el otro lado- pero tú te dignaste a retarme.

-Oye, Capri –le dijo Caliban- a la próxima rétalo a saltar de un edificio –dijo Caliban con una risita.

Capri también rio un poco, y bajo.

-Ha ha ha, que gracioso –dijo Eber desesperado.

Tad fue el último en salir. Y Capri se sorprendió ¿en serio era tan fácil salir y entrar de la ciudad?

-Y las personas que mencionaste… ¿Ragu? –pregunto Miltara.

-Rasu –la corrigió Capri mientras caminaban por el desierto.

-Ella, ¿en serio crees que regrese?

Capri no supo responder, y llegaron al lugar de encuentro.

-¿Y cuando llegara? –pregunto Tad.

-Posiblemente ya llego, y se ha ido. Fácilmente sobrepase las tres horas –dijo Capri, poniéndose en sus rodillas- Perdonen si los he traído hasta aquí –dijo Capri con pena, bajado la cabeza.

Una mano masculina se posó en su hombro.

-No te preocupes, Capri –dijo Tad- Nos pegaremos contigo hasta el final.

Capri miro hacia arriba y le sonrió tristemente.

-¡Y parece que el final no está cerca! –Dijo Caliban feliz- ¡Ahí viene un carro!

Capri se paró de golpe. Y sonrió al reconocer el carro de Rasu. El carro se paró a unos metros de ellos, y corrieron hacia él. Ella se subió al frente.

-¡Capri! No puedes ir sentada al frente –le regaño Miltara.

-Estas fuera de la ciudad –dijo Capri sonriendo y poniéndose el cinturón.

Miltara la miro un segundo y asintió. Se sentaron en la parte de atrás.

-Capri, si no me equivoco esta chica es demasiado joven para ser tu madre –dijo Rasu.

-Ella es Miltara, mi hermana, su novio Tad, mi mejor amigo Eber, y el colado Caliban –dijo Capri sonriendo.

-Entiendo –dijo Rasu- entonces vámonos –dijo arrancando el carro.

El paseo estuvo lleno de un ambiente de libertad. Y en unas cuantas horas llegaron a una estación de trenes, estaba desolada, pero igual estaba llena de gente. Se bajaron cuando Rasu dejo su carro.

-No se separen –les ordeno Rasu.

Empujaban gente y ellos los empujaban a ellos. Caminaron un rato hasta que encontraron a Harris y Hannah.

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