19.

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Capítulo 19: Ann & Jazz.

JASPER.

Respirar es innecesario; no debería hacerlo, por precaución. Es inevitable, sin embargo. No llevarlo a cabo significa vedarme del aroma a sal marina, manzana fresca y una inusitada mezcla entre frambuesas y vainilla, que expide ella, Skyler; no estoy presto para dejar de ejecutarlo.

Privarme de algo que provenga de su persona es el equivalente a un pecado; me reconozco como un pecador, pero hasta el más experimentado sabe ponerse límites al pecar.

Su mera presencia es apremiante, por ello es preciso aprovechar al máximo el tiempo que ella me está obsequiando.

Nunca fantaseé con escucharla cantar; desde que ella aceptó mi ayuda para retomar y pulir su talento con el piano, simplemente creé escenarios donde ella y yo movíamos nuestras manos siguiendo las notas de cualquier clásico. Es encantadora y embrujante. Toca el piano mucho mejor de lo que esperé y murmura la letra de la canción tan bajo y melódico. Su pequeña mano se mueve con celeridad al reconocer las notas musicales de la partitura, sus dedos rozan los míos en ocasiones y vislumbro una débil sonrisa en sus labios rosáceos cuando se da.

La calidez que desprende se siente familiar, es tan deleitoso que podría avezarme sencillamente. O quizás a la armonía de su voz; es envolvente, en demasía, tanto que se siente como la voz de una sirena cantándole a un marinero para llevarlo a las profundidades del océano.

Sus dedos se alejan de las teclas y lleva su mano izquierda hacia su cuello, acomodándose la bufanda.

—¿Qué te pareció eso? —interroga, mirándome por el rabillo del ojo.

—Pienso que ocultas muy bien tu pequeño don con humildad, Ann.

Resopla. Siente cierto disgusto cuando la llamo por su segundo nombre, pero gozo de ello, por lo que no dejaré de hacerlo en un futuro cercano. Sintiendo su mirada sobre mí, sitúo mis dedos sobre las teclas e inicio con la siguiente partitura. Sus ojos no se despegan de mis movimientos en ningún momento, tomo su mano más cercana para guiarla por las siguientes notas y sonrío cuando distingo el tono rosado del barniz que pinta sus uñas recortadas a la perfección.

—Imagina el sonido de un violín de fondo —bisbiseo cerca de su oído—. Piénsate al borde de un lago rodeado de montañas, en el horizonte está el sol próximo al crepúsculo y algunas estrellas comienzan a titilar con fulgor. Sientes al viento sacudiendo tu cabello y tus dedos curiosos juguetean con la superficie del agua, traviesos y maravillados. Dime, Ann, ¿qué te hace sentir?

—Calma —responde sin dejar de seguir el rumbo de mis dedos—, pero se esfumó en cuanto me llamaste Ann.

Libero una risita irrefrenable, sujetando su mano con la mía. La música que ambos creamos se deshace de golpe, mas no me importa si puedo sujetar y tocar su blanda y cálida piel.

—Algo dentro mío se alboroza cuando te llamo así —admito sin vergüenza—. Siento no ser perfecto y disgustarte con eso.

—No me disgustas. —Sonrío, como siempre, algo que consigue únicamente ella—. Nunca pienses eso, Jazz.

Beso el dorso de su mano.

Ella tiene algo que me da paz, causa que mi helado corazón se caliente solo con sus amables palabras y nunca tiene algo mordaz que decirme. Con ella no me siento abrumado y quisiera tener esa sensación hasta el final de mi burda existencia; no soy egoísta, sin embargo. Sé que algún día ella se marchará, tendrá una familia y la muerte cobrará su vida. Y no necesito ser un erudito para ver sus ojos y saber que una vida tranquila será lo que llene su corazón de inmensurable alegría.

𝗦𝗞𝗬𝗟𝗘𝗥: 𝗦𝗲𝗰𝗿𝗲𝘁𝗼𝘀 𝗱𝗲𝗹 𝗠𝗮𝗿.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora