25.

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Capítulo 25: Una muy feliz navidad, cielo.

Advertencia: llamada hot al final del capítulo, o solo un intento.

SKYLER.

Por los dioses, no me entiendo. No sé por qué hoy colgué en cuanto entró la llamada, me voy a matar o me moriré de los nervios antes. El teléfono vuelve a sonar y aspiro aire antes de responder.

—Hola. —Me cubro la boca con mi mano libre para que ningún grito o algo parecido salga a causa de los nervios.

—Hola, Ann. ¿Se cortó la llamada?

Santos caracoles, ¿que digo?

—Sí, fue un accidente, lo siento —miento descaradamente. Muerdo mi labio inferior, sentándome al borde de mi cama—. ¿Cómo estás?

—Muy bien —lo escucho suspirar—, viendo lo linda que te ves disfrazada.

Siento el calor en mis mejillas y cierro los ojos, soltando un suspiro. Le mandé las fotos hoy, a penas llegué del instituto. Athan trajo las fotos reveladas hoy y yo solo tuve que hacer que las escaneen de camino a casa.

—Dioses, que vergüenza —balbuceo, pasándome una mano por mi rostro—. ¿Cuál me quedó mejor?

—El de Alicia, en definitiva. Le mostré la foto donde sale Haeden a Alice, ¿no te molesta?

—¿Por qué lo haría? —cuestiono dudosa—. Si quieres puedes mostrarle la foto a Edward también, para que vea que Bella no lo necesita.

No puedo contenerme, lo siento. Las razones de Edward pudieron haber sido muy válidas, pero no voy a superar pronto el hecho de que no la dejó a salvo en mi casa, sabiendo que ella haría algo loco como seguirlo.

—Edward no está con nosotros —informa en un tono neutro—. No llama muy seguido y... sabes qué no nos fuimos por culpa de Edward, ¿verdad?

—Permíteme dudar —siseo con burla. No quiero que salga con alguna excusa sobre su ida; prefiero pensar que se fueron porque los iban a descubrir, cosa que es la verdad que me dijo Bella, ¿no?

—Ann... yo debo decirte algo...

—No quiero oírte defendiendo a Edward —pido por adelantado—. Háblame de otra cosa, no hablemos de él. No lo sé, cualquier cosa...

—Lo que debo decirte es importante —insiste con cierta urgencia en su hermosa voz—. Por favor...

—De acuerdo, escucharé solo si prometes que no arruinará el ambiente. —Me acuesto en mi cama, viendo el techo con preocupación y cruzo los dedos sobre mi pecho—. Promete que no será nada que acabe con nuestras charlas, por favor.

Permanece en silencio. Lo imagino con los ojos cerrados, meditando su respuesta, y, deseo con todo mi corazón, que decida no decirme nada malo.

—Lo prometo —dice finalmente.

—Te escucho.

—Tú eres el brillo de la vida a mis ojos —cita—, mi rosa. Mereces más, de mí y de todos.

𝗦𝗞𝗬𝗟𝗘𝗥: 𝗦𝗲𝗰𝗿𝗲𝘁𝗼𝘀 𝗱𝗲𝗹 𝗠𝗮𝗿.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora