CAPÍTULO 43

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Falta una semana para entrar a clases y no siento la emoción de empezar mi último año en la universidad. Adam me ha mandado videos, como prometió. Ela y yo hemos estado hablando, pero la diferencia de horario lo ha hecho difícil.

Está entrando mucho sol, así que me cubro más con las colchas. Planeo volver a dormir, pero la luz que entra por mi ventana no ayuda. Escucho la puerta del patio abrirse, indicándome que mi abuela viene a verme. Hay un pasillo que une el patio de la casa de mis abuelos y la mía, haciendo sencillo ir de una casa a la otra. Los pasos en la escalera aclaran mis sospechas de que viene a mi cuarto.

Cierro los ojos, fingiendo estar dormida. Las cobijas son quitadas de mi cuerpo, pero no me muevo.

Un segundo... yo conozco ese perfume.

- ¿Santiago?- pregunto, abriendo los ojos-. ¡Santiago!- me paro de la cama y lo abrazo.

Extrañaba a mi mejor amigo y a su horrible habilidad para elegir perfumes decentes.

-También te extrañé, mensa.

- ¿Qué haces aquí?

-Tuve que tomar medidas drásticas. Muy apenas contestabas mis mensajes, no atendías mis llamadas y no quieres salir de tu casa. Es deprimente.

-No me siento como la persona más feliz del mundo- me siento en mi cama.

-Jayden Jones es un idiota y no lo necesitas- se sienta a mi lada, pasando su brazo por mis hombros.

-No fue solo él y no fue lo que piensas que es- susurro.

Santiago se queda callado mientras le cuento todo. Es la primera vez que digo lo que pasó en voz alta y aunque ya hayan pasado semanas, eso no disminuye la presión en mi pecho, ni las lágrimas que no tardan en aparecer.

-Hijos de perra- suelta.

-No quiero hablar del tema- confieso-. ¿Podemos ver películas?- ofrezco-. ¿O alguna serie?

-No- dice-. Tú y yo vamos a salir a pasear.

-No tengo ganas- digo, acostándome de nuevo.

-De acuerdo, ¿sabes que no vamos a hacer el día de hoy?- me pregunta. Niego con la cabeza-. Esto- señala mi cama-. No vamos a hacer esto. No voy a dejarte aquí por más tiempo. Te di tu espacio para que lidiaras con la situación tú sola, pero ya no, Isabel. No vas a dejar que la tristeza te impida hacer cosas. No va a pasar eso hoy, ¿entendido? Así que párate, necesitas salir de la cama. Ocupamos ser productivos, necesitamos ir a comprar las cosas que vas a ocupar para el semestre. Amas ir a comprar marcadores, pintura y todo esa mierda que utilizas para decorar tus apuntes- dice, haciéndome reír-. Recuerda quien chingados eres, Isabel. Mi mejor amiga se permite estar triste un tiempo, pero no deja que esa tristeza le gane. Pasaste por cosas peores, Isa- limpia una lágrima que baja por mi mejilla-. Lo que ellos te hicieron no define quien eres tú, es un reflejo de quienes son ellos. De que prefieren fama y dinero en vez de a esta personita increíble que tengo enfrente. De esta niña que es capaz de todo por cumplir sus metas y que tiene un brillo y una energía tan grande que inspira a otras personas.

-Santiago...

-Aún no termino- pone una mano en mi boca-. Vas a dejar de cargar con toda la mierda que te hicieron, sé que es difícil, pero vas a hacerlo, porque no hay nadie más capaz en este mundo que tú. Así que, vamos a ir a comprar cosas, a pasear, por comida, por lo que necesites. Es más, prometo comprarte un libro, pero hoy termina esto. Hoy dejas de sentirme miserable y comienzas a sanar. Eres una fregona, Isabel. No lo olvides- me abraza-. Estás viviendo y respirando por una maldita razón, no pienso dejarte gastar más tiempo por culpa de un chico. Ah y tienes diez minutos para cambiarte.

La chica de los libros (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora