CAPITULO 22

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- ¿Por qué todo tu apartamento es negro? – pregunto, pegando a mi pecho la pequeña maleta con ropa que traje conmigo.

-Me gusta el negro- cierra la puerta detrás de él-. Le da un toque elegante a todo.

-Es deprimente- le digo, avanzando por pasillo que conecta con su sala de estar.

-Elegante- me corrige.

-Como sea- ruedo los ojos.

Sigo caminando hasta llegar a uno de los cómodos sillones y sentarme. Siendo sincera, no recuerdo ni la mitad del viaje hasta aquí, me siento extraña en mi propio cuerpo, una invasora. Lagrimas silenciosas han estado saliendo de mis ojos en todo el trayecto ,y solo cuando nos deteníamos en un semáforo Jayden se permitía secarlas con sus manos. Cada vez que su tacto dejaba mis mejillas sentía un frío interior que hacía que quisiera hacerme bolita en el asiento.

-Isabel- me llama.

- ¿Sí?

-Te pregunté si te parece bien cenar algo.

-Claro- me limito a responder.

-Isabel.

- ¿Mande? – mi voz sale tan débil que hasta yo me sorprendo.

-Ven- dice.

- ¿Eh?

-Ven- repite.

Tomo pasos lentos en su dirección hasta que lo tengo en frente. Con suma delicadeza quita la maleta de mis manos y la deposita en el suelo, mis ojos siguen cada movimiento que hace. Sus ojos se topan con los míos haciéndome contener la respiración por la intensidad de su mirada. Sin otro aviso, me carga por tercera vez en la noche y no me molesto en protestar. Paso mis piernas por su cintura y mis manos por su cuello para enterrar mi cabeza en su hombro, y dejo que el llanto comience de nuevo.

Zera ya no está aquí.

Ya no estará esperándome cuando regrese a casa.

Mi corazón se está rompiendo en mi pecho cada vez más con cada segundo que pasa y no me tomo el tiempo de repararlo, quiero, necesito que se rompa un poco más antes de obligarme a mí misma a sanarlo.

Ese es el proceso de la pérdida.

Ocupas saber que te has roto por completo para poder renacer más fuerte.

Jayden se sienta en uno de los sillones conmigo en brazos. Ahora, gracias a cómo se sentó yo estoy en su regazo con ambas piernas al lado de su cadera, mi cara aún está escondida en su cuello. Doy pequeñas respiraciones disfrutando de su perfume. El olor me hace sonreír, huele a bosque, a ese toque característico que llega a tu nariz cuando decides ir a acampar. Jayden huele a los recuerdos más hermosos que tengo de mi infancia, Jayden huele a casa.

-Mírame- dice más como una petición que como una orden.

La delicadeza en sus palabras toca mi alma haciéndome sentir tranquila al instante.

Salgo de mi escondite y lo miro. Jayden coloca ambas manos en mis mejillas mientras yo coloco las mías alrededor de su cuello. Desde esta posición parece que soy más alta que él. Jayden comienza a trazar tiernamente círculos con sus pulgares, limpiando mis lágrimas al mismo tiempo. Mis ojos se topan con los suyos y la empatía que encuentro en ellos me hace temblar.

-Todo va a estar bien- asegura.

Las palabras me fallan, así que me limito a asentir con mi cabeza.

-Ella está bien- prosigue.

-Si no quieres que vuelva a llorar como una loca no me digas cosas como esas- susurro.

La chica de los libros (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora