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Por supuesto que había tomado una mala decisión, pero no podía cambiarlo. Dua estaba conduciendo hacia la fiesta con una sonrisa de triunfadora.

—¿Vas a llevar esa cara toda la noche?

—Es mi cara—le respondí y ella rió.

—Sabes a qué me refiero...y créeme, no tienes que preocuparte por ninguno de mis amigos... Ni siquiera vamos ahí—terminó.

Y yo la miré, sorprendida.

—¡¿Qué?! Pero...entonces, ¿a dónde vamos?

—Ya verás.

—Ahora estoy más preocupada.

—Relájate, cariño.

—¿Por qué no me dices a dónde vamos?

—Es una sorpresa—sonrió.

—¿Me vas a llevar a un motel?

Dua rió y me miró.

—¿Eso quieres?

—Noooo.

—Que sucia.

—No, no quiero ir a un motel contigo.

—¿Y al aire libre, lo harías?

—¿Qué cosa?—le pregunté mirando a nuestro alrededor que avanzaba demasiado rápido. El auto de Dua era hermoso y peligroso, como ella.

—Ya sabes a que me refiero—su mirada se encontró con la mía y yo no entendía hasta que vi como sonrió.

—Y dices que yo soy la sucia... Maldita.

—¿Qué dijiste?

—Nada.

—Podrías maldecirme más, es un cumplido. Y amo los cumplidos.

En ese momento, nos desviamos hacia otra carretera que en poco tiempo nos llevó en la parte trasera de un parque, o de lo que creía que lo era. Habían demasiados árboles y si no fuera por la luz de la Luna, no hubiera podido bajar del auto.

—Vamos.

Dua estaba al otro lado, extendiendo su mano para ayudarme a llegar con ella.

—Creí que ibamos a la fiesta.

—Y yo creí que eras más inteligente.

—¿Qué dijiste?

Ella me miró y presionó un poco su mano contra la mía para llevarme a su lado.

—Sígueme.

—Detente... Esto es...engaño...

—Tú me llamaste.

—Sí, pero para acompañarte a la fiesta, no para hacer cosas extrañas en el bosque.

—¿Eres virgen, verdad?

—¿Qué?

—Que si no has estado con nadie.

Presioné mis labios y mentí.

—No, no lo soy.

Dua se detuvo y me miró. Podía sentir con mayor intensidad nuestras diferencias.

—Jurame que mientes.

—No soy virgen.

—Juramelo.

—Te juro que no lo soy.

—Maldita sea.

Dua buscó algo entre su chaqueta y luego vi el teléfono brillante entre sus manos, estaba intentando llamar a alguien.

—¿Por qué te importa tanto si soy...?—levantó un dedo, pidiendo un segundo, o un minuto de silencio. Yo sólo me cayé.

Después de maldecir como mil veces más por no tener señal, me miró.

—Debí preguntarte antes.

—¿Qué cosa?

—Sobre tu virginidad.

—¿Por qué importa tanto?

—No te aceptarán si saben que eres... Ya sabes.

—¿Quién me va a aceptar o no?

—El Círculo.

—¿Cuál círculo?

—Si te digo no me vas a creer.

—¿Me ibas a ofrecer como ofrenda de sacrificio a un círculo?

—Obviamente no—luego me miró y bajó un poco los hombros—bueno, no exactamente así.

—¡¿Qué diablos?!

—Yo no elegí esto, ¿de acuerdo?

—Estás en un grupo satánico Dua, estás loca.

—No es un grupo satánico...

—Entonces, ¿qué es "el círculo"? Porque nunca he escuchado ningún grupo de la caridad interesados en la sangre virgen.

Ella rió bajo y luego se cubrió la sonrisa.

—No, no es ningún grupo de la caridad. Es una hermandad, y yo...—se señaló—soy la tentación.

—¿Eso que significa?

—Quien les quita la virginidad.

Sentí que me desmayé. ¿Es una broma?

try me › dua lipaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora