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Dua se encontraba apoyada en la parte delantera de su auto.

–¿Vas a acompañarme?

–Por supuesto que no–le respondí mientras subía mi mochila al asiento trasero.

–No tardaremos mucho. Será el tiempo que tú quieras.

–La vez pasada me dijiste que íbamos a la fiesta y terminaste llevándome a un bosque para tener sexo.

Ella sonrió, pervertida.

–Quiero presentarte con los chicos.

–No estoy lista para ninguna fiesta ahora mismo.

Ella me sostuvo de la blusa y me atrajo hacia sus labios, dándome uno de esos besos húmedos que seguramente no iban a terminar en nada tranquilo.

–¿Piensas convencerme así?

–Podría ser...¿lo estoy logrando?

–Deberías esforzarte más.

Y sus manos bajaron por mi ropa para sujetarme del pantalón y comenzar a jugar con el cierre.

–Espera.

Dua se detuvo y su mirada se encontró con la mía.

–No quiero que te enamores–bromeé.

Sonrió y cerró los ojos para negar en silencio.

–Ashley, por dios...

–¿Me llevas a casa?

Ella resonó las llaves de su bolsillo y lo pensó.

–Me gustas, Ashley y mucho, más de lo que imaginas...–ahí viene un "pero"–pero es en serio cuando te digo que tengo miedo a que salgas lastimada...

–Y también tienes miedo de que tú termines con el corazón roto.

Sus ojos cafés me observaron.

–El Círculo no es un invento, créeme, ojalá y no existiera...

–¿Qué hay de malo con eso?

–Todo.

No dijo más, y aunque quise preguntarle, noté que al menos ella aún no estaba lista para decirme.

–Ven aquí, quiero continuar con eso.

Me acerqué para besarla y tocarla un poco por encima de su ropa, lo que más me enloquecía era el ritmo en el que me llevaba, la sensación de que todo parecía un sueño, uno de esos de los que no quieres despertar.

La presioné a mis caderas y ella me subió a la parte delante de su automóvil para acomodarse entre mis piernas y continuar. Sus dedos eran tan hábiles como su boca y en cuestión de segundos ya estaba sintiendo como se adentraba en mi pantalón.

Su teléfono nos interrumpió con aquella vibración y ella sólo negó entre besos para seguir con lo que estábamos haciendo.

–No dejan de llamarte.

–No importa.

–Pero...–no alcancé a decir más, sentí cómo sus caricias comenzaron a jugar con mi clítoris y la  respiración me la fue llevando entre su boca. Es tan dominante.

Sus besos fueron bajando hacia mi cuello, dejándome escuchar el sonido de sus labios y sintiendo su respiración contra mi piel. Sentía adrenalina, como si alguien pudiera vernos, aunque a esa hora y en ese lugar era casi imposible que alguien fuera.

Mis manos fueron a la parte baja de blusa, para adentrarme en aquella ropa y sentir su piel. Su abdomen se contraía y me dejaba sentir la firmeza de sus músculos. Y continué. Su respiración comenzó a agitarse más y sonreí antes de ser presionada contra sus caderas y sentir la excitación descender por mi entrepierna con más fuerza.

Era como estar teniendo sexo con una diosa, con un demonio, con una mujer salvaje que no podía parar.

Me sujetaba con desesperación.

Y entre besos, caricias y más deseo de tenerla, sentí que estaba por llegar, sentía tanto placer, hasta que comenzó a detenerse.

–¿Qué haces?

Sin esperarlo más, me volteó y pegó mi pecho contra el auto mientras sentía como me detenía las manos por detrás de mi cuerpo y se apoyaba en mí.

Acercó sus labios a mi oído para hablarme tan cerca que podía sentir su calor. Era más alta, y hábil, así que no tenía ningún problema en manipularme como ella quería.

–¿Me vas a acompañar?

–¿A qué se debe esta violencia?

–No puedo pedirte nada con dulzura porque no accedes.

–¿Y crees que así vas a lograrlo?

–Bajo presión no fallo.

–Buen punto. Juegas sucio.

Ella rió.

–¿Entonces...qué dices?

–Si me prometes que me harás llegar, vamos.

–Me parece justo.

–Pero no ahora. 

Aquello la había sorprendido, liberó mis manos de su agarre y dejó de apoyarse en mi cuerpo, lo que me dio tiempo para girar y verla a los ojos.

–Estamos calientes, ¿por qué no ahora?

–Si tú quieres jugar conmigo, yo jugaré contigo.

–¿A qué te refieres?

–A que vayamos a esa fiesta–le robé un beso antes de continuar–y después quiero que te encargues de mí.

Su mirada se encendió, y sonrió. Maldita mujer hermosa.

try me › dua lipaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora