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Durante los siguientes minutos afuera de la camioneta, con la espalda apoyada contra la puerta trasera, escuché a Dua y a la rubia discutir adentro.

—Te pedí una sola cosa...—gritó Dua. Parecía molesta, o mejor dicho, llena de ira.

—No es culpa mía, no debiste traerla aquí, sabes que este lugar no es para ella.

—No quiero que te vuelvas a acercar a ella.

—Sabes que también va a ser mi problema mientras estés con ella, ¿recuerdas?

Y después de aquellas palabras, bajaron el volumen de sus voces. Hasta que escuché como cerraran la puerta de la camioneta. Era Dua.

—Vamos.

—¿Qué demonios pasó?

Dua no respondió, sólo sostuvo mi mano con fuerza y me llevó a su lado.

Habían varias personas mirando lo que sucedía, parecía una de esas películas de acción donde la pareja explosiva escapaba pero sin los efectos especiales y que yo sólo estaba siendo arrastrada por mi heroína.

—Dua.

Una mujer de cabello rubio, casi plateado, corto, y sensual, con tez blanca y cuerpo de modelo, la llamó. Dua la vio desde donde estábamos.

Al verla con más detenimiento pude notar que tal vez aquella mujer podría tener la misma edad que mi madre.

—Sabes cuáles son las reglas, cariño.

La mujer la desafió de la forma en la que ni un mortal en su sano juicio pudo haberlo hecho.

Sentí como Dua me presionara la mano.

—Si piensas castigarme por ello, será otro día.

Por la forma en la que lo dijo, ese castigo no parecía nada sadomasoquista ni sexual.

De pronto escuché la risa fría de la otra mujer. Junto a ella habían bastantes hombres con trajes oscuros, como si fueran sus guardias, sirvientes, o algo parecido.

—No será un castigo, Dua, no esta vez...

La hermosa mujer comenzó a caminar hacia nosotras, y al llegar a mí, sus ojos se enfocaron en mi rostro, como si repasara cada rasgo mío, hasta bajar por todo mi cuerpo. Un escalofrío recorrió mi espalda.

—¿Ibas a dejarnos sin ella?

Dua no respondió.

—Parece frágil, y algo joven, pero me gusta.

Sentí como pasó uno de sus dedos por la línea media de mi espalda.

—No la toques.

—Ya lo hice—sonrió la mujer al decírselo a Dua.

—De acuerdo, no entiendo nada de esto y es mejor que me vaya antes que...—solté a Dua para darme media vuelta, pretendiendo salir de ahí, pero la mujer de cabello plateado me detuvo.

—Ya no es decisión tuya irte o quedarte, cariño, ¿acaso Dua no te dijo?

—Déjala que se vaya, Helena. Ella no dirá nada, no sabe nada.

—Yo creo que ella ya sabe lo suficiente.

—Están locos todos los de aquí—respondí, y eso pareció darle más satisfacción a la rubia, Helena.

—Bien, cariño, ya te delataste...que lo disfrutes.

De pronto vi cómo todo pasó en cámara lenta. Dua sujetó mi mano con fuerza, nuevamente, para sacarme de ahí mientras los hombres con trajes oscuros comenzaron a perseguirnos. Era una locura, una completa locura, pero entre todo lo que estaba sucediendo, algo me dejó petrificada.

Entre todos los asistentes de esa reunión oscura, había un hombre que reconocería sin dudarlo. Sentí el frío recorrer mi cuerpo.

—Papá.

try me › dua lipaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora