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Dua se encontraba con aquél antifaz negro, mientras yo me terminaba de colocar el rojo brillante. Ambos combinaban con nuestros vestidos. Era la noche perfecta para conocer al Círculo.

–Si muero, juro que revivo y te arrastro conmigo–me dijo Dua, mirándome las piernas.

Sonreí.

–No entiendo cómo es que les tienes miedo.

–Cuando veas lo que hacen, desearás no haber venido.

–Sólo espero que no me descubran.

–Lo mismo digo.

Dua asintió en silencio antes de sostenerme la mano y llevarme al interior de la gran residencia blanca. 

En la entrada, dos hombres de traje nos recibieron y Dua les entregó un sobre blanco, donde se suponía que estaba la invitación. Ambos hombres igual llevaban máscaras, no había nadie que dejara su identidad al descubierto. 

Cuando entramos, el lugar era mucho más grande por dentro. Tenía una escalera ascendente de mármol que conducía a la parte más iluminada. Habían demasiados invitados, y la música de orquesta estaba en el fondo, mezclado con los murmullos de los asistentes.

–Necesito beber algo–le dije a Dua mientras me dirigía hacia la mesa principal. Ella me intentó detener pero era demasiado tarde, ya tenía una copa en mi mano.

De reojo miré que un hombre se dirigiera a uno de los pasillos y por alguna extraña razón que ni yo misma entendía, lo seguí. Hasta ahora todo parecía tan misterioso y normal, como una fiesta de la clase alta, y estaba casi tan segura de eso hasta que lo vi.

Aquél hombre abrió la puerta al final de pasillo, para entrar y al verme, la sostuvo para que yo igual pasara a ese salón. 

No puede ser.

Todo el lugar estaba iluminado con una luz más tenue, y podría jurar que era un enorme club lujoso de strippers, pero en realidad, las personas adentro estaban teniendo sexo, unos cuantos modelos bailaban desnudos encima de las pequeñas plataformas o adentro de jaulas mientras otros más, fumaban, bebían y se intoxicaban más.

Dua sostuvo mi brazo.

–No entres ahí.

La miré.

–¿Qué diablos es esto?

—Te lo dije...pero eso no es todo, vamos.

—Las jaulas...

—Son esclavos sexuales, no los mires.

Maldita sea, esto es demasiado para mí.

–¿Por qué nadie ha denunciado esto? 

Dua me vio.

—El mismo presidente está involucrado en esto.

De pronto, detrás de nosotras apareció un hombre de traje negro que se dirigió a nosotras.

–Señoritas, la iniciación está por comenzar, pueden acompañarme.

Dua sostuvo mi mano para que siguiéramos al hombre, quien nos condujo por otro pasillo hasta llegar al jardín. No tenía idea hacia donde nos dirigíamos, pero estar con Dua me hacía sentir en menos peligro.

El lugar estaba hermoso, y la luna dejaba ver todo lo que estaba ocurriendo. Los demás asistentes estaban llegando.

–Ya es momento de que me vaya, pero pase lo que pase, no quiero que me sigas hasta que yo te busque de nuevo, ¿de acuerdo?

El hombre de traje estaba esperando a Dua.

–¿A donde vas?

–Ya sabes a dónde.

Pude sostener su mirada por un segundo antes de negar en silencio.

–No te vayas, podemos buscar una solución ahora mismo.

–No creo que tengamos más de cinco segundos.

–Señorita, la esperan–interrumpió el hombre de traje y Dua presionó mi mano antes de comenzar a irse.

—Ya regreso.

Sólo observé cómo desapareció entre las personas que iban llegando al lugar para presenciar lo que sea que estaba por suceder.

Me quedé ahí, sin saber exactamente qué hacer, sólo intentando hacer lo mismo que todos, observar hacia el frente. Hasta que alguien me sacó de mis pensamientos.

Una mujer rubia de vestido negro estaba a mi lado. Lo primero que miré fueron los anillos brillantes de su mano que reposaba en mi hombro. Lo siguiente que hizo fue girar un poco hacia mí para acercarse a mi oído.

—Bienvenida.

Inmediatamente busqué su mirada y aquél azul de sus ojos me provocaron.

—Gracias—le respondí.

Ella sonrió y se quedó ahí, a mi lado.

Su presencia era como un imán, y yo no quería mirarla ni dirigirme hacia ella pero había algo que me atraía inconscientemente.

De pronto, ella de nuevo se acercó y a mí.

—Ya es hora, ¿nos vamos?

—Disculpa, pero no te conozco.

Ella me silenció.

—Ya pronto lo sabrás.

—¿A qué te refieres?

No me respondió, sólo dio media vuelta y comenzó a avanzar hacia el otro lado del lugar, por donde Dua había desaparecido.
Por supuesto que no iba a ir con ella. Pero al voltear hacia mi, llamarme con el dedo y sonreír, sentí como algo tiró de mí y me llevó hacia ella.

try me › dua lipaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora