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Dua estaba en la puerta trasera de la casa, esperando por mí, tal como le había dicho.

Yo saqué mi mochila por la ventana y se la arrojé para que la atrapara. Luego bajé en silencio y me escabullí por la puerta de la cocina para salir.

—¿Por qué pesa tanto esto?

No le respondí, sólo busqué la otra mochila detrás de las plantas de mamá y se la entregué.

—¿Hay más?

—Shhhh, nos van a descubrir.

Dua asintió y nos dirigimos a su automóvil para meter las cosas y subir. Ya adentro sentí el silencio entre nosotras.

—Vamos a la colina–le indiqué.

—Estás loca...ni siquiera me has dicho qué demonios vamos a hacer. Esas mochilas pesaban mucho.

—Son importantes.

—¿Qué llevas ahí?

—Ya sabes... Herramientas para enterrar un cadáver.

—Maldita Ashley, es una broma ¡¿cierto?!

Nos miramos.

—Obviamente.

—Júrame que no vamos a matar a nadie hoy.

—Por mi parte, lo juro.

—¿Y por mi parte?

—También esperaría que no, pero como eres peligrosa no juraré por ti.

—No soy peligrosa.

—Si lo eres.

Ella negó.

—No, no, es diferente.

—Bueno, supongamos... Supongamos que no, igual no está en los planes hacerle daño a nadie, ni esta noche, ni nunca.

—¿Entonces?

—Sólo vamos a mirar las estrellas en la colina.

—¿Es en serio?

—Sí, ¿por qué?

—¿Me vas a llevar a la colina para tener una cita romántica y enamorarme?

—Imaginas mucho, claro que no... Sólo necesito a alguien que me cuide de no caer y que tome nota de lo que le diga.

—Una asistente.

—Exacto.

—Ya no juego.

—Pero no es un juego.

—¿Y si te hago sexo oral aquí, en el auto y dejamos lo de las estrellas para otro día?

—Es para mi tarea...pero lo del sexo está bien.

—Te estás aprovechando de mí.

—No, tú me lo propusiste.

—Es verdad...pero, ¿a cuál clase asistes? No creo que estés estudiando en la NASA.

—Tú ni siquiera sabes en cuál grado vas.

Dua me observó, como si estuviera analizándome. Es tan atractiva. Hermosa. Esa era la palabra que la definía en todo.

—¿Nos vamos?–le pregunté.

—De acuerdo.

Ella encendió el motor del auto y yo le fui indicando el camino para llegar al punto de la colina al que tanto quería ir. Realmente significaba mucho para mí y aunque era extraño involucrar a Dua en ese momento, no me importó lo que ella antes me había pedido.

Al llegar, prácticamente estuvimos en silencio, instalando todo y cuidando de que Dua no hiciera nada peligroso, como soltar las cosas a medio camino.

—Mira, ahí está Orión–le señalé con el dedo hacia el lugar donde quería que mirara– es una de las constelaciones más conocidas y brillantes en el cielo...es el cazador del invierno.

De reojo miré que Dua apuntara algo en la pequeña libreta que le había dado.

—¿Qué haces?

—Tomo apuntes.

—Ven, mira, quiero que lo veas.

En la mochila que habíamos llevado tenía un telescopio, un regalo que mi padre me había dado en mi cumpleaños. Él me había enseñado casi todo lo que sabía del cielo. Hacer eso, el escaparnos y mirar las estrellas era algo que me traía tanta tranquilidad, y ahora más que nunca, lo extrañaba.

Dua me tomó por la cintura y me señaló hacia donde se encontraba aquella constelación.

Miré por el lente y luego me aparté para observarla.

—¿Cómo sabes?

Ella sonrió.

—No soy como crees que soy.

—¿Cómo crees que te veo?

—No como tu chica ideal.

Negué en silencio antes de hablar.

—Estás equivocada.

Ahora ella miró por el lente y sonrió.

—No quiero que te lastimes...conmigo.

—¿Eres como un arma?

Ella rió.

—No pudiste decirlo mejor.

try me › dua lipaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora