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Como debía imaginarlo, en los siguientes días, Dua no apareció en la escuela, ni en el estacionamiento, ni en mi casa, ni en ninguna otra parte donde anteriormente pude haberla visto, de nuevo era como si la oscuridad de la noche anterior la hubiese consumido.

Hoy me encontraba sola, de regreso a casa, cuando vi la motocicleta de Alejandro, estacionada en el parque cercano a casa. Habían muchos árboles por donde se encontraban los bancos, pero podía notar que él se encontraba hablando con otra persona. Era la rubia molestosa amante de Dua, Miley.

Ella parecía molesta y luego sostuvo el teléfono para hablar. No entendía nada. Luego pareció colgar, y de nuevo lo intentó.

De pronto mi teléfono comenzó a vibrar y los latidos se subieron hasta mi cabeza.

No es ella, no es ella.

Miré a la pantalla del teléfono y vi que era un número desconocido. 

No puede ser.

Sostuve un momento más el teléfono y avancé un poco más para dar vuelta en la esquina del parque y responder.

–¿Hola?

–Ve a casa, come algo, no le abras la puerta a nadie y espera mi siguiente llamada–era Dua.

–Estoy en camino.

–Te estoy viendo, has lo que te digo.

–Espera, ¿qué?

Busqué a mi alrededor, por las calles, pero no había nadie. Luego hacia el techo, o en el borde de las casas y tiendas cercanas, intentando verla. 

–Estoy en la cafetería. No vengas.

Miré hacia la cafetería frente al parque, al otro lado de la calle, era imposible notarla si se encontraba dentro.

–De acuerdo, ¿está todo bien?

–No hay mucho tiempo, ve a casa.

Y colgó.

Me sentía en una de esas películas de acción y suspenso. No sabía que más hacer, de igual manera iba a ir directo a casa.

Miré una vez más mi teléfono y me coloqué los auriculares para no pensar por un momento nada más que en la música, y continué mis pasos hacia casa.

Estaba cruzando la penúltima calle, cuando a lo lejos escuché el ruido de escape de una motocicleta. Se acercaba rápidamente, y de nuevo sentí que estaba siendo observada. Comencé a caminar más rápido, pero la motocicleta pronto se detuvo al lado de mí. 

El hombre se quitó el casco y me dejó ver que era Alejandro.

–Hola.

–Hola–le respondí.

–Perdona si te asusté–seguramente tenía una cara de susto completamente expresiva–estaba en camino a tu casa, para entregarte los primeros libros de la biblioteca y...también para invitarte una hamburguesa, o unas papas, o un helado, lo que desees.

Entrecerré los ojos.

–Lo siento, debo ir a casa.

–Claro...podría ser otro día.

Asentí.

–¿Te gustaría que te acompañe? Es que, pareces un poco asustada–él miró hacia atrás y a nuestro alrededor, como si inspeccionara el lugar.

–De acuerdo...pero con una condición–él sonrió y asintió, extendiéndome el casco acompañante.

–Escucho.

–¿Conoces a Miley?

Su sonrisa se hizo más amplia y rió un poco.

–No podría deshacerme de mi hermanastra, ¿la conoces?

Hermanastra.

–Algo así...

Subí en la parte trasera de la motocicleta y él se colocó el casco para dirigirnos a casa, o eso creímos hasta que una camioneta interceptó el camino y de él bajaron más de seis hombres de traje. Los hombres de negro, pero mafiosos, o al menos eso parecía. Golpearon a Alejandro, me cargaron a mí, y me pusieron una bolsa en la cabeza después de gritarme.

Nos secuestraron.

No, por favor.


try me › dua lipaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora