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–Tengo un plan...–me susurró al oido mientras buscaba mis manos para acariciarlas y subirlas a su cuerpo.

Estaba en silencio, con el corazón latiendo demasiado fuerte en mi pecho.

Sus besos pronto ocuparon un camino por mi cuello hasta subir por mi barbilla y deslizarse un poco más a mis labios. Eran tan malditamente hábil que podía tener todo lo que quisiera de mí sin problema alguno.

–Podemos desaparecer a cada uno de ellos...hasta que no quede nadie...–siguió hablándome mientras bajaba de nuevo sus besos por mi cuello. 

Mis dedos se deslizaron por su pecho y bajaron a su abdomen, pero ella sonrió y subió mis caricias para dejarlas por encima de su sujetador, colocando sus manos por encima de las mías para mostrarme lo que quería.

Sus labios inmediatamente atacaron los míos y comenzó a besarme de una forma tan húmeda y caliente que sentí cosquilleos en la boca, el pecho y hasta en mi sexo.

–Quiero que me digas lo que piensas...–Dua habló entre nuestros besos, y yo busqué atraerla más cerca de mí, aún sentadas en el borde de la cama.

–Sólo quiero que dejes de jugar conmigo.

–No estaba jugando, te estaba protegiendo–se defendió, presionando su agarre en mi pierna como si no le hubiese gustado lo que había dicho. Sonreí.

–Hazlo.

–¿Qué cosa?

–Lo tienes en mente.

Y por supuesto que no esperaba lo que iba a pasar porque me refería a desaparecer a cada enemigo, pero lo que comenzó a hacer con sus manos me dejó sin aliento.

Sus caricias subieron por mi pierna hasta llegar al borde de mi pijama, y me miró como si estuviera pidiendo permiso para entrar. Y lo hizo. Metió su mano para acariciar mi sexo, de primero por encima de las bragas y después por dentro, estimulándome con dos de sus dedos mientras que su boca regresaba contra la mía para besarme y silenciarme los jadeos. Su lengua se movía adentro de mi boca haciéndome sentir como no podía resistir más.

Sus movimientos eran tan calientes y delirantes que al correrme continué con la sensación de sus dedos en mi sexo, y ella sonrió sobre mi boca al ver lo que había hecho.

–¿Estás segura de darme el permiso para hacer todo lo que quiera?

Asentí en silencio, con las mejillas sonrojadas y el calor recorriendo cada parte de mi cuerpo.

No estaba segura de lo que había aceptado, pero agradecí no pensar mucho en eso.

try me › dua lipaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora