Capitulo 12: Cara a cara con la familia

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Se removió entre las suaves sabanas y extendió el brazo hacia el otro lado, en busca del cuerpo que le había dado calor durante la noche. Abrió los ojos al no encontrarle, se incorporo despacio en la cama y entonces le vio, de pie, ante el ventanal de la habitación, mirando al exterior con la mirada perdida.

Anoche, Mark le había pedido que subiera a descansar a la habitación y se había marchado a dar un paseo por la finca. Ella pudo observarle desde la ventana, solo, perdido, como un niño pequeño asustado.  Finalmente Mireya se quedo dormida esperándolo y en mitad de la noche, cuando se despertó lo encontró a su lado, dormido profundamente. Entonces no pudo más que observarle, mirarle durante casi toda la noche, deleitándose con su rostro.

-Mark –le llamo mirándole fijamente, el se giro hacia ella

-Perdona, no quise despertarte –su voz sonaba triste, apagada

-¿Estas bien? –Salió de la cama despacio, atravesó la habitación descalza hasta parar a su lado

-Mi padre acaba de llegar –el suspiro mirando por la ventana el auto que estaba aparcado ante la casa

-Mark –Mireya se giro hacia él, alzo la mano para tocar su rostro y le obligo a mirarla.

-Mireya –la miro a los ojos intensamente y pasando el brazo por su cintura la pego a su cuerpo, dejando que el camisón de seda se pegara a su piel. –Eres tan hermosa –y acerco su rostro para besar sus labios. –Sabes tan bien –susurro sobre ellos y volvió a apoderarse de su boca.

Mireya coloco las manos en su vientre y subió sobre su pecho acariciando sobre la tela de su camisa hasta llegar hasta sus hombros.

Entonces Mark la sujeto fuertemente por la cintura y la sorprendió elevándola en el are entre sus brazos.

-¡Ah! –Mireya se sujeto a su cuello sonriendo

Mark la miro divertido y por primera vez ella le vio sonreírle de una forma natural, una sonrisa autentica.  La cargo hasta la cama, donde la deposito con cuidado y sin dejar de mirarla a los ojos se tumbo sobre ella, volviendo a apoderarse de sus labios, mientras con su mano subía por su pierna, acariciándola despacio, hasta llegar al filo del camisón y subirlo lentamente.

Dos golpes en la puerta resonaron en la habitación, pero ninguno pareció oírlo, ambos siguieron envueltos en las sensaciones que le producía el otro.

-¡Mark! ¡Hijo! –Y Pamela grito desde el otro lado de la puerta -¡Tu padre ya llego! ¡Os estamos esperando para desayunar!

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