CAPÍTULO DOCE: Ride bene chi ride ultimo.

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Coolio, L

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Coolio, L.V— Gangsta's Paradise

Después de los días que pase con Katerina tome la decisión de empezar a mostrarle a Rachel lo que soy ahora, por el simpe hecho de que no puedo estar fingiendo simplemente por tener la a mi lado y como ya me han dicho varias personas si me quiere lo ara así.

Después de la pelea que tenemos en el restaurante salgo sin darle demasiada importancia, cuando mi teléfono suena.

—Hola mi vida— me dice Katerina.

— Hola— le respondo— me parece que pelee con Rachel.

—¿Cómo que te parece?

—Me hiso un berrinche por no haberle contestado llamadas o mensajes en los días que pase fuera yo me comporte como me comporto normalmente, no le gusto y salió enojada al borde de las lágrimas.

—Me parece que si pelearon— me dice—¿Qué vas a hacer?

—Voy a esperar a que se le pase el coraje y le voy a hablar.

—Pues a ver si se arregla.

—Me vas a venir a decir tu quien rechaza a cada pretendiente.

—Si animal, pero soy mujer y si tú me hubieses tratado como probablemente la trataste me sentiría mal, pero a diferencia yo te cortaría los huevos por estúpido.

—Lo bueno que no eres ella—sornrio.

—Bueno mi vida, lo que te quería decir que me pasaron una información—me pongo serio, por su tono no es nada bueno— los Ricci están tratando de comprar Siena.

—Estoy cansado de ellos me he abstenido de matarlos para no tener una guerra interna en la mafia, suficiente tenemos ya con la DEA buscando exterminarnos.

—Ya cariño que seguro encuentras la forma de solucionarlo— me dice— nos hablamos luego.

— Adiós.

Marco a mi chofer quien pasa y me recoge, me lleva directamente a la casa de Alya, en el camino hablo con Leandro para que se ponga a investigar, es aproximadamente una hora y media a la mansión de los Lombardi, ahí solo se encuentra Alya.

En el camino recibo un mensaje de mi hermana diciéndome que probablemente saldrá de viaje mañana, pienso seriamente en pedirle que valla ella a Siena para entregar algunas cosas y ayudarme con la negociación...Después de un rato llego por fin a mi destino.

Bajo del auto y entro a la casa como acostumbro.

—Alya— grito una vez adentro, no pienso perder tiempo buscándola.

—¿Santi? — pregunta comenzando a bajar por las escaleras, una vez me ve me dice— ¿Qué haces aquí?

—Acaso no puedo venir.

—Sabes que no es eso, es que últimamente me has tenido abandonada.

Comienzo a caminar a la sala, Alya me sigue, me siento en un sillón individual y ella toma asiento en el brazo de este acercando sus manos a mis hombros.

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