Nuestros pasos son rápidos mientras andamos sin detenernos evitando las pocas casas que hay rumbo al lugar a donde nos dirigimos. Alaya camina segura de misma, mientras yo solo puedo apreciar la naturaleza que nos rodea. Altos arboles pomposos nos dan oscuridad protegiéndonos de la fastidiosa claridad que aun lastima nuestros ojos. La brisa y la frescura chocan con mi piel dejando una sensación que creí nunca volver a sentir. Mientras me pudría en ese maldito infierno anhele cosas tan básicas como esta y me sentía estúpida cundo recordaba que en el pasado poco disfrutaba lo maravilloso de la vida. No hay nada más cierto que aquella frase que dice que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Realmente no solo aplica para temas amorosos, también es un gran resumen de nuestra vida y tuve que estar casi muerta en vida para comprenderlo, cuando anhele una ducha caliente, un poco de agua limpia para tomar, el sabor amargo de un café bien cargado a plena mañana.
Miro hacia arriba viendo como las aves aletean de un lado para otro mientras dejan fluir sus alegres cantares que hablan de su libertad. Recuerdo que cuando estaba en el convento no era muy fan de las aves, podría decir que odiaba a las palomas que se pasaban el día haciendo ruido, dejando reguero y haciendo huecos en los tejados de las diferentes edificaciones del convento. Me aturdían y me molestaban mucho, por ello siempre pelee para que no se les diera granos en el patio del convento, pero Sor María siempre me decía que ver las aves eran como ver la libertad y la tenacidad en estado puro. Me contaba diez mil habilidades de las aves y su larga travesía donde llevaban semillas que esparcían por donde pasaban. Ella, al contrario de mi las amaba. Al menos ahora puedo entender un poco por que las a aves le parecían libres y tenaces.
De apoco la oscuridad y la frescura se van haciendo menos densa hasta que llegamos a un claro que me hace soltar un par de lágrimas nuevamente, pero el cálido toque del sol sobre mi lastimada piel me estremece de satisfacción. Lo único que conocía últimamente era el frio que siempre penetraba las celdas sin importar la estación, siempre era lo mismo. Hacía rato que no recordaba lo que era la calidez y si yo no lo hacía, estoy segura que Nix menos, pues se ha permitido cerrar los ojos y disfrutar de la cálida sanción que nos brinda de lleno esta mañana soleada.
Alaya por el contrario no se detiene. Sin decirnos nada se arrodilla de la nada y sus susurros dejándonos saber que está conjurando algo, lo cual me parece extraño, simple vista no se ve nada. Confundida doy unos cuantos pasos hacia su dirección pero Nix me detiene, al parecer yo soy la única que no sabe que es lo que pasa, pero pronto caigo en cuenta. El ambiente se tensiona bajo el llamado de la magia de Alaya y pronto reluce una barrera transparente que brilla reflejando la luz del sol. Una mano de Alaya se alza y la ponen encima de está creando un agujero. Sus ojos se vuelven hacia nosotras y no necesitamos escucharla para saber lo que quiere. Sin discutir paso primero por el agujero siendo seguida por Nix, Alaya se toma su tiempo levantándose y cruzando por el mismo antes de que este desaparezca al igual que la barrera.
— Esta es la frontera de las tierras demoníacas con la tierra de las brujas. — al fin dice Alaya sonriente de estar nuevamente pisando su tierra pues seguro su familia aguarda por ella.
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La venganza de la luna (En corrección)
WerewolfLa venganza de la luna habla de la vida de Calipso, nuestra protagonista, quien siendo monja de un convento de su localidad es arrebatada de la dimensión mundana y llevada a la dimensión sobrenatural conocida como Dexari, donde un nuevo mundo carga...