Capítulo 23: Perdiendo la cabeza (parte 2)

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En momentos como este resurgen en mis dolores y pesares que creía haber enterrado

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En momentos como este resurgen en mis dolores y pesares que creía haber enterrado. Siento como si hubiera sido ayer en un instante en que me paso todo. Todo resurge, todo se mezcla, todo me satura y lo quiero. Quiero explotar. Es casi insoportable y se pone peor con todo lo que trae consigo Megara. Toda cuelga de un hilo y yo solo puedo perderme en el mar de sensaciones que me ahoga exigiéndome todo y nada al mismo tiempo, porque sus insignificantes muertes sirven para nada.

A partir aquí todo se percibe diferente para mí. Sigo viendo todo a través de mis ojos, pero no soy yo quien los controla. Sigo escuchando clara y fuerte mi voz, pero con un tono más fuerte, más bestial impropio de mí. Sigo estando en mi cuerpo, pero no soy yo quien lo controla. Es extraño, pero sería reconfortante si Megara no estuviera tan jodida y saturada como yo. Por eso, fuertes gruñidos nacen desde mi pecho y vibran hasta salir amenazantes por mi boca. Siento molestia en mis manos y sé que mis garras están apareciendo.

Un sollozo llama la atención de Megara y volteamos a ver furiosas a la luna que vive agarrada del brazo de su alfa, como si quisiera que él la defendiera de todo. Es una ingenua. A mí me da pesar, es muy ingenua pero Megara si parece muy ofendida, por eso gruñe con más fuerza exigiéndole sin palabras que cierre su boca si quiere vivir.

A un costado siento como Nix se pega a mí queriendo que yo sienta el calor de su tacto, pero no es suficiente. Ni Megara ni yo nos queremos calmar, simplemente queremos ser ese tornado que arrasa con todo en medio de la tempestad. Queremos sangre escurridiza y pegajosa corriendo por este lugar. Queremos que todo se vaya a la mierda tal como nosotras lo hicimos. Queremos liberarnos de todo lo que nos consume cruelmente.

— Los estas asustando, cálmate Cali. — Me habla suave detrás de mí oído intentando clamarme porque ella sabe que una vez Megara toma el control en medio de situaciones como estas, se acerca inminentemente mi descontrol bestial.

Un resentimiento por parte de Megara me llega para empeorar todo. No le gusto. La loba se sintió traicionada por esa corta frase. No lo entiende. Esperaba que Nix estuviera de su lado y se quedará aparte sin decir nada. Yo sé que Nix lo hace más por nosotras que por estos lobos, porque sabe que todo se puede derrumbar si mis instintos más bestiales salen a la luz sin ningún tipo de razonamiento, pero eso Megara no lo ve, y yo ya estoy rendida ante la voluntad de mi loba. No puedo hacer nada mientras la furia de mi loba pasa los límites soberanos sobre de lo que está bajo nuestro control.

— Y cuando yo tuve miedo, Nix ¿qué hicieron ellos por mí, ah? Y cuando me desgarre la voz pidiendo por mi muerte una y otra, y otra vez ¿dónde estaban? Cuando rogué por piedad, cuando llore hasta quedar seca, cuando tenía hambre, cuando me mataron en vida ¿qué hicieron ellos, Nix? — Megara cierra nuestros puños con fuerza haciendo que nuestras garras se entierren en nuestras palmas, pero eso mi loba no lo siente y en medio de todo, a mi poco me importa. Lo único que importa es lo que dice mi loba y como eso nos hace sentir. Un nudo justiciero se instala en mi garganta y no, no es previendo llanto. Es previniendo nuestra sed de sangre y venganza, es una clara muestra de que todo es una maraña de nudos dentro de mí que tiemplan y tiemplan sus fuerzas para querer destrozar el nudo sin una gota de paciencia. Nuestros sentimientos nos quieren someter nuevamente. — Nada, Nix. — gruñe al fin dejando de contener el tono de su voz. — No hicieron nada. ¡Solo vieron por él y a mí que me jodieran, al fin y al cabo era una simple omega sin derecho a nada!

La venganza de la luna (En corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora