Capítulo 1: Inicio

632 60 14
                                    

Calipso

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Calipso

Con un profundo terror cierro los ojos de rodillas en la capilla mientras mi agitado corazón golpetea cargado de miedo en mi apretado pecho, las palabras que componen la oración del padre nuestro azotan atropelladamente mis pensamientos mientras mis sollozos hacen eco en el lugar sagrado de mi Dios. Abro mis ojos y entre la oscuridad que me rodea veo allí a Cristo en la cruz y ruego; ruego por mí, por mis hermanas y por nuestro sacerdote. El miedo me carcome con saña mientras hago uso de toda mi Fe para creer que Él nos salvará porque somos sus hijos, porque dimos nuestra vida a su servicio, porque Él es poder y verdad, ¿quién contra nosotros sí Dios nos acompaña?

Los gritos se hacen más fuertes aturdiendo mi podre mente que dibuja escenarios sangrientos mientras los enfurecidos truenos intentan silenciar cualquier ruido a su alrededor dándole rienda a la terrorífica tormenta que hace más desolador el momento. Sin clemencia el miedo, el dolor y la muerte azotan el convento a manos de seres que permanecen ocultos en las sombras que provoca la misma oscuridad, pero por alguna mítica razón hoy en esta noche siniestra, salieron a destruir cualquier ser humano a su paso. En las tinieblas del templo tiemblo y lloro mientras no paro mis ruegos y oraciones, porque no puedo parar, porque Él me salvará y guiará las almas de mis hermanos al paraíso de eterna tranquilidad que se nos ha prometido.

Padre, apiádate de tus hijos, de tus fieles servidores. No permitas que nos arrastren a las calientes entrañas del infierno. No sé qué son esos seres, pero sé que tú con tu infinita misericordia podrás salvarnos.

De repente, con brutalidad un golpe estremece el lugar haciendo que apegue más el crucifijo a mi pecho agitado y rece más rápido las oraciones y ruegos en mi mente. Otro golpe y escucho la protesta de las bisagras de las grandes puertas del viejo templo alegando que han vivido mucho y soportado por años el trajín del día a día; su madera está desgastada y sus bisagras oxidadas, está claro que cederá en cualquier momento dejándome expuesta frente a los monstruos del infierno.

Padre, cúbreme con tu manto celestial. No permitas que entre la oscuridad.

Sin más remedio, otro golpe más salvaje azota las débiles puertas y éstas ceden ante aquella demostración de fuerza sobrenatural, esa fuerza que muy seguramente brinda el diablo a sus demonios. Porque eso es lo que son, seres bestiales que con aquellos atributos horripilantes dados en el infierno desgarran y acaban con nuestras vidas como si no fuésemos más que un festín para ellos que se regodean en nuestra mísera muerte. Tras la caída estrepitosa de las puestas que me hizo saltar de miedo, un silencio torturador se crea mientras mi cuerpo es atacado por el terror causándome espasmos que alientan mis sollozos produciendo que mis manos tomen con más fuerza el crucifijo en mi pecho. Cierro los ojos con fuerza y continuó avivando las plegarias en mi mente porque no puedo franquear ahora, no puedo perder la fe, no puedo permitir que estos seres corrompan mi alma con sus sádicos juegos de crueldad. Yo soy una devota y como devota moriré si es lo que mi Dios precisa para mí.

La venganza de la luna (En corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora