28. Rompiendo las reglas

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Nunca se vio en una situación igual, ni siquiera remotamente parecida, aunque en ningún momento dio muestras de que aquel fuera su primer trío. Afrodita lo miraba desde su posición, situada frente a Perséfone, que era penetrada por Travis mientras ella le daba placer a su amiga con la lengua. Acarició la espalda de la rubia hasta llegar a su nuca para coger gran parte de su melena y echar suavemente su cabeza hacia atrás. Ella entonces se incorporó un poco con la ayuda de Travis para recibir sus caricias húmedas en el cuello y hombros. La morena, mientras tanto, empezó a tocarse con movimientos circulares que aumentaron su intensidad con el paso de los segundos.

—Estoy a punto... —avisó con la voz ronca.

Perséfone sonrió de medio lado al escucharlo y dejó que saliera de su interior antes de situarse al lado de Afrodita. Imitó las acciones de su amiga porque le quedaba poco para llegar al orgasmo e indicó a Travis con una mirada y un cabeceo que se ocupara de la morena, aunque él ya se estaba acercando cuando vio su gesto. Extendió la mano hacia Afrodita y esta la cogió, levantándose para dejar sitio al chico, que se sentó y la invitó a que se posicionara sobre él.

Durante gran parte del tiempo había sido Gabrielle quien había disfrutado de todo lo que él tenía para ofrecer, por eso no sabía cómo sentirse mientras se introducía poco a poco el miembro duro y caliente. Un gemido emergió de su garganta al sentirlo plenamente en su interior y al instante se aferró a los hombros del chico para empezar a moverse a su propio ritmo. Travis recorrió su espalda en una caricia cadenciosa que hizo estremecer a la mujer, sobre todo cuando sintió la lengua de Gabrielle en sus pechos.

Aunque había estado a punto de venirse anteriormente, gracias al cambio de postura consiguió retrasarlo un poco más. Dedicó todas sus ganas a darle placer a Afrodita y así, minutos después y tras probar otras posturas, los tres llegaron al clímax.


···


Pasaron dos semanas desde ese encuentro excitante y aún no había conseguido dar con el chico que tanto placer le otorgaba incluso en sueños. Gabrielle comenzaba a impacientarse porque quería dar con Adán, pero nada parecía estar a su favor en la búsqueda. June tampoco colaboraba porque se tomaba demasiado en serio las reglas que ambos pusieron en su día, pero por algo eran los dueños, ¿no? «Alguna ventaja debo tener por mucho que June se oponga», pensó mientras rebuscaba en los cajones del despacho de June en busca de la llave que le permitiera acceder al archivo con los datos reales de los socios del club. Ese día no se iría con las manos vacías. Se detuvo al abrir un cajón en el que nunca había mirado y se quedó mirando una llave reluciente y pequeña que parecía ser la que necesitaba. Sonrió mientras la cogía y con ansia se levantó del sillón en dirección a la estantería. Cogió el archivador con candado para ponerlo sobre una zona despejada de la mesa y probó a abrir el candado, con la grata sorpresa de que se abrió para ella.

—¡Sí, sí, sí! —exclamó sin alzar demasiado la voz.

Lo último que quería era llamar la atención en caso de que alguno de los trabajadores, o el propio June, merodearan por allí. Solo quedaba la peor parte: encontrar su ficha personal. Con su nombre en mente examinó todos los papeles hasta que dio con él. Con un suspiro de satisfacción leyó por encima hasta que encontró su nombre y apellidos.

—Así que Travis Williams ¿eh? —se dijo para sí misma mientras guardaba todo de nuevo.

Tras asegurarse de que todo quedaba como cuando entró, incluida la llave dentro del cajón, salió del despacho de June con la intención de investigar un poco más sobre ese chico.


···


La Fruta Prohibida: El club nocturnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora