La siguiente noche, y tras solicitarlo a su jefe, Catherine estaba junto a su compañero unos minutos antes de abrir el club. Para suerte de ambos no había constancia de que Gabrielle los supervisara, aunque sí cabía la posibilidad de que acudiera como clienta habitual.
Tanto Gerard como ella ya estaban preparados con sus antifaces y la vestimenta reglamentaria, situados junto a la puerta uno frente al otro. El resto de los trabajadores estaban situados en sus lugares, tanto en la zona del bar como tras la puerta roja. Solo faltaba que June apareciera, pues era quien inspeccionara la actividad del club. La pelirroja observó a su compañero y se percató de sus nervios eran visibles por completo. Llamó la atención del hombre y este la miró.
—Tranquilo, estoy aquí contigo. Y esta noche está June, no te va a pasar nada, ¿de acuerdo?
Gerard esbozó una sonrisa forzada.
—Lo intento, pero esa mujer es una habitual en el club y temo que pueda pillarme en algún momento en el que estemos separados. Es absurdo sentir este miedo ¿no crees? —habló en voz baja aprovechando que la música aún no sonaba.
—Para nada, es lo más lógico del mundo. Es decir, es normal sentir miedo cuando te pasa algo así... —En parte lo entendía y por eso se había ofrecido a ayudarlo—. Intentaré no ausentarme durante mucho tiempo, pero ya sabemos que será difícil.
—Sí, este sitio cada vez se llena de más gente interesada.
June apareció por la puerta a la que se accedía a los despachos y vestuarios justo en el momento en el que la música comenzaba a sonar. Catherine se acercó a su compañero unos segundos y le tomó de las manos para darle esa fuerza que sabía que necesitaría. Movió los labios sin hacer ningún sonido y le dio ánimos de esa forma.
—¿Preparados para una noche más? —les preguntó June cuando se acercó a ellos con su traje impoluto, su tarjeta identificativa del staff y su antifaz de color negro con forma de gato.
—Estamos listos, jefe.
—Estupendo. Ya sabéis que podéis contactar conmigo en cualquier momento si tenéis algún problema. No desestiméis mi ayuda ¿de acuerdo? —Dio unas cuantas palmadas antes de frotarse las manos. Los dos encargados asintieron y Catherine volvió a su lugar en el otro extremo de la puerta—. La gente nos está esperando.
Con esa frase, la misma que solía emplear June antes de cada apertura, los dos sujetaron los pomos de las puertas, él metió y giró la llave una vez antes de retirarla de nuevo, y solo bastaron unos segundos para que Catherine y Gerard, u Orquídea y Trébol, abrieran para dejar pasar a los que ya esperaban ansiosos. Recogieron las invitaciones individuales de los que acudían por primera vez y revisaron las especiales para socios casi de manera automática para que la cola se disolviera lo antes posible.
···
Lucien iba acompañado por un amigo esa noche, uno de los pocos que conservaba desde que se conocieron en el instituto. Los dos llevaban unos antifaces rojos que ocultaban gran parte de sus rasgos faciales, tal y como dictaban las reglas de La Fruta Prohibida.
—Muchas gracias por el obsequio, Charles. —Sonrió.
—No tienes por qué, Lu. Somos amigos y quiero que tengas otra para usar aparte de la que has estado usando estos días.
—Simplemente, no pensé que querría venir más veces —se encogió de hombros.
—¿Es por la chica que me contaste?
El escritor asintió mientras se acercaban al local.
—Se llama Orquídea, por si la ves.
—Estaré pendiente, siento mucha curiosidad por ella. Si ha conseguido que alguien como tú salga por las noches y deje su vida de ermitaño debe ser especial.
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La Fruta Prohibida: El club nocturno
RomansaUn club nocturno abre sus puertas y se convierte en el mayor centro de ocio y perversión de la ciudad, o al menos eso es lo que cuentan las malas lenguas. Sin embargo, La Fruta Prohibida es mucho más que eso. ...