25: Identidad que se borra

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Había tratado de contar las horas y los días que llevaba encerrada, pero no era solamente mi falta de visión y de ánimos lo que lo hacía imposible, también el estado de alucinación en el que a veces me encontraba. No sabía qué cosas me estaban inyectando, pero en muchas ocasiones ni siquiera podía ser capaz de contar los segundos. La mente se me nublaba, mis pensamientos chocaban entre sí dentro de mi cabeza y no podía formar ninguna idea coherente.

Era tan fuerte ese estado mental caótico, que incluso llegaba a pensar que tenía mis ojos y podía ver, pero luego de unos rápidos parpadeos y llamar a mi mente los peores recuerdo de lo ocurrido, volvía a la realidad respecto a mis ojos: me los habían arrancado, ya no tenía sentido de la visión, sólo había oscuridad y vacío. De todas formas, lo único que podía ver cuando alucinaba era a Danzo acercando sus dedos hacia mi rostro. Despertaba por mis propios gritos, alucinaba, volvía a dormir y el ciclo se repetía en una crueldad infinita.

Ni me inmuté cuando escuché el ya típico chirrido de ruedas que anunciaba la presencia de una persona con instrumentos médicos. Últimamente recibía más inyecciones que comida (comida asquerosa que no rechazaba), como también todos los días me extraían algo de sangre y me drenaban el chakra. Estaba débil, de eso no había duda, y no existía manera de escapar. Siempre me preguntaba si habría alguien buscándome, cosa que me daba esperanzas, pero las horas seguían pasando y las esperanzas decaían junto con mis ganas de seguir viviendo.

Extráñenme.

Hace días que no hablaba y mis cuerdas vocales se sentían raras. Lo único que salía de mi boca eran gritos y sollozos de vez en cuando.

Yo los extraño, por favor extráñenme.

Tenía miedo de que algún día yo ya no les sirviera más para sus pesados experimentos y me mataran sin más, o peor, que simplemente me olvidaran y me dejaran morir por la deshidratación y falta de alimentos.

Aunque a menudo me hidrataban las cuencas de los ojos y me hacían tratamientos, cosa que me hacía dudar si algún día me devolverían mis ojos, pero luego llegué a la conclusión que sólo lo hacían para que nada se pudriera.

Sin importar que se preocuparan de mis cuencas vacías, aquellos días conocí el infierno y el tope del dolor humano.

Frío, dolor en todos mis músculos, poca agua, peligro de inanición, sin ojos, sin chakra, pero seguía aceptando con vehemencia la comida de mierda que me daban. Hasta ese entonces, me estaba aferrando con todo lo poco que me quedaba a la vida.

Pasos. Traté de oler, de sentir, pero como siempre, era como si sólo se me acercara un fantasma. La persona fue acercándose cada vez más a mí, me extrañé cuando se quedó de pie, sin inyectarme ni darme nada.

Un golpe llegó a mi cara, el impacto fue tan fuerte que caí con silla y todo, las cuerdas me apretaron y quemaron, como si fuera mi culpa el haberme movido.

La impotencia y la ira creció dentro de mí. Quise gritar, quise gruñirle, pero ningún sonido salió de mí, porque antes de tener la oportunidad de hacerlo me llegó una patada en la boca del estómago, entonces por fin pude hacer un ruido, un sonido ahogado que escapó moribundo por entre mis labios resecos.

Puso uno de sus pies sobre mi cuello y presionó levemente. Tardé en recomponerme un poco, aguantar el llanto de la rabia y regular mi respiración no me fue fácil.

—¿Te crees muy rudo... pat...p-pateando a alguien... co-como yo? —dije, muy bajito y entre jadeos porque no daba para más.

La persona no respondió. Volvió a darme otra patada, más fuerte que la anterior. Me estrellé de espaldas contra la pared y la silla se rompió. Las cuerdas aflojaron y apoyé mis rodillas en el suelo. El corazón latió contra mi pecho con una fuerza que no parecía real y la esperanza floreció dentro de mí. Hice fuerza hacia arriba en un intento de ponerme de pie, pero antes de que pudiera hacerlo, recibí una especie de descarga eléctrica en mi costado. Grité. Fue un dolor que viajó por todo mi cuerpo, como una puñalada que se expande con un doloroso veneno que viaja por las venas.

La última UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora