19: ¡Soy una chica!

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Escuché un aleteo y esperé encontrarme con un dragón escupe fuego con cuernos en la cabeza y alas gigantes y majestuosas. Abrí mis ojos con esperanza y me encontré con un ojo gigante y negro observándome de muy cerca. Salté y grité de la sorpresa, cayendo de trasero en el suelo.

Un cuervo gigante estaba frente a mí y sonreí entusiasmada.

—¡Wow! ¡Tendré la misma invocación que Itachi! —exclamé contenta.

El cuervo entrecerró los ojos e intentó darme un picotazo, pero yo retrocedí, asustada. 

—Silencio —sentenció el cuervo con voz estridente.

Asentí y apreté mis labios, dándole a entender al animal que no volvería a hablar hasta que se me pidiera... o que por lo menos intentaría quedarme callada por un rato.

—¿Conoces a Uchiha Itachi? —preguntó el cuervo irguiéndose de manera orgullosa.

—Sí —asentí—, mi nombre es Uchiha Hanako.

El cuervo intentó picotearme de nuevo, y lo esquivé.

—No he pedido tu nombre, mocosa —me soltó con desprecio y mirándome de manera severa—. No quiero que hables a no ser que sea totalmente necesario, ¿comprendes?

Iba a decir que sí, pero por miedo sólo me quedé callada y asentí energéticamente.

Me hubiera quedado con los sapitos...

—Me parece que vas entendiendo, niña. Ven, sígueme; camina y no digas nada.

Me paré del suelo y sacudí un poco la parte trasera de mi short, sacando el polvo. Me encontraba en  algo parecido a un bosque, aunque más pobre de vegetación, árboles viejos y casi sin hojas, junto con un ambiente muy sombrío. Todo era de tierra menos unos caminitos de cemento que llevaban a lugares desconocidos para mí. El cuervo me llevaba por el camino más ancho de todos, parecía uno importante, como si ese camino tuviera que resaltar.

Llegamos a un árbol hueco y gigante. Podía ver que había luz ahí dentro, específicamente, había antorchas iluminando el lugar. Entramos y pude observar a un cuervo anciano o deduje eso, ya que vi que salía algo como una barba de su pico, y era más grande que el cuervo que me había recibido. Tenía puesta una capa de color rojo sangre. Me pellizqué, ¿cómo podía salir pelo en el pico de una maldita ave?

—¿Y tú quién eres? ¡Tienes un delfín en los pechos! —gritó el cuervo.

—¿Eh?—pregunté mirándome el pecho.

—¡Idiota! —gritó agitando una de sus alas—, ¡primero, los delfines son seres acuáticos, no pueden estar fuera del agua! ¡Segundo, no tienes pechos, por lo que los delfines no pueden estar en un lugar que no existe!

Me quedé callada y enarqué una ceja en su dirección. ¿Por qué mierda no me quedé con los sapitos...? ¡Este cuervo ya está senil!

—¡Mira, un cuervo muerto! —volvió a gritar, apuntando el techo con una de sus alas.

Miré, gran error.

—¡Au! —chillé, me había picoteado el brazo.

—¡Si el cuervo está muerto no puede estar volando, tonta!

—¡Fue solo un reflejo! —me defendí, agarrándome el brazo donde me había picoteado ese cuervo lunático.

Quería irme de ahí, volver con Ero-jiji y decirle que firmaría el contrato con los sapos, pero no sabía cómo volver. Había sido muy imprudente e impulsivo de mi parte el no haberle hecho caso.

Pero bueno, ya estoy aquí, no puedo echarme para atrás...

—¡Oveuc-sama! —gritó el primer cuervo que había visto cuando llegué a ese lugar, el que me hacía callar a cada rato.

La última UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora