40. El comienzo de la catástrofe

32 7 2
                                    

Casi un año entero sin escribir, CASI. 

Bast logró abrir los ojos cuando ya llegaban un buen trecho avanzado. O, mejor dicho, retrocedido. La misión era atrapar al monstruo apep y llevarlo al pequeño portal que los conectaba con Emenlor, y así liberar nuevamente el caos en aquel reino gobernado por elfos, por lo que el grupo de ahora cuatro personas estaba volviendo sobre sus pasos con el lagarto a cuestas, totalmente inmovilizado con las cadenas e inconsciente gracias al somnífero violeta que había sido capaz de darle antes de ser lanzada por los aires.

Trató de acomodarse sobre la montura del camello, pero le fue difícil hacerlo, ya que Jonsu la había amarrado cuidadosamente para que no se cayera durante el trayecto. Intentó llamarle para pedirle que la soltara, sin embargo, la voz apenas le salía y en cosa de segundos, volvió a caer dormida abrazada al áspero y peludo cuello del animal que la cargaba. La cabeza le dolía como nunca y quizá por eso mismo, su cuerpo volvió a la inconciencia.

Ni Jonsu ni los otros dos soldados notaron que la prometida del sultán había recuperado la conciencia temporalmente. Seguían cabalgando en silencio, preocupados de que el plan no resultara; de que aquella especie de dragón del desierto se despertara, se liberara de sus cadenas de alguna forma y los atacara a ellos. Además, Shaka y el otro lacayo del sultán también lamentaban la pérdida de su compañero. Si bien no eran amigos cercanos, el compartir armas siempre formaba lazos que no podían romperse con facilidad. Iba a ser extraño tener que reemplazarlo en futuras misiones, si es que las había. Primero tenían que sobrevivir a esta.

Cuando estaban por alcanzar el alcázar del sultán y el pueblo a su alrededor, se desviaron del camino para evitar una tragedia. Si bien era poco probable que el apep, o- como prefería decirle Jonsu "nepai"- despertara justo en el poblado, no querían armar un alboroto. Podría considerarse una suerte de revolución de parte de Bast y Jonsu además, por lo que podrían matarlos a ellos e incluso a Anubis, que había logrado quedarse en el otro reino, al que mucho tiempo atrás habían huido para sobrevivir aunque fuera del hurto y sí, también del asesinato a sueldo un par de veces. Y es que para tres extranjeros que habían logrado atravesar el portal por los pelos años atrás, vivir de forma honrada era algo complicado, sobre todo tomando en cuenta sus habilidades y con gente como Keeva en cada poblado. Era casi imposible.

Jonsu pedía de todo corazón que su amigo estuviera lo más alejado posible del portal. Que no estuviera en Castletown, incluso, ojalá en alguna playa tranquila o en medio del bosque cazando animalejos y bestias menores a cambio de recompensas monetarias escuálidas que ahora no tendría que compartir con nadie. Anubis era un hombre joven y hábil, pero nunca se puede subestimar a un apep enfadado luego de haber sido secuestrado y llevado a la fuerza a otro reino. Cuando despertara, sin dudas que mataría todo lo que encontrara a su paso, incluyendo probablemente, a los propios soldados drows que se mantenían en las sombras, observando que los planes de la reina Aoife se concertaran sin grandes impedimentos. El cambiapieles y sanador se había guardado esos detalles, ya que, si ese otro par de soldados moría, lo traía sin cuidado alguno. De hecho, aquello supondría una ventaja. Y si lo increpaban de algo, les diría lo que pensaba, que no pueden pretender que un equipo completo sobreviva luego de dar caza a una de las peores criaturas del desierto, al enemigo mismo del sol según las antiguas leyendas. El que esperara eso no sería optimista, simplemente un imbécil.

Varios kilómetros recorridos después, con las huellas de los camellos perdidas entre las lejanas dunas, los primeros rayos de sol comenzaron a iluminar el oscuro cielo nocturno. La temperatura comenzó a aumentar progresivamente y Jonsu supo que quedaba poco tiempo. Hizo que su camello se detuviera y esperó a que el camello de su compañera se parar a su lado. Bast había despertado de nuevo, pero aún se sentía mareada y las amarras a su alrededor la tenían fija al animal.

I. El Guardián de la GemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora