15. Un ramillete de despedidas

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Los cadáveres de los goblins fueron enterrados en una fosa común, entre los árboles, sin lápida o cruz distintiva. Aquella muestra de civilidad no era sinónimo de respeto por los caídos, más bien, solo un paso más en la limpieza del pueblo luego de su ataque. Las casas quemadas comenzaron a ser reconstruidas con prontitud, mientras las familias afectadas fueron acogidas en la propia casa de Miss Longbottom. La propia habitación que había sido utilizada por Anne ahora era ocupada por una joven pareja y su bebé, una criaturita que apenas comenzaba a mostrar intereses en gatear por el suelo.

- ¿A dónde irás ahora? – le preguntó la mujer, poco mayor que Keeva, a la mañana siguiente, cuando el sol aún no salía, mientras Anne descolgaba su ropa del ropero y la guardaba con cierta dificultad en un bolso de lana y cuero, dejando atrás su maleta de polietileno y plástico, como uno de los pocos recuerdos del exterior.

Anne le sonrió y le contestó, mientras seguía batallando con sus pertenencias:

- Viajaré a la capital, he sabido que tengo parientes allá y quisiera conocerlos- mintió. Decirle que su motivo de partida era la llamada de la Princesa no iba a ayudar a mantener su identidad de simple forastera.

La joven asintió y se acercó a Anne, que bufaba mientras se debatía entre llevar más de sus viejos e inusuales jeans o los pantalones de cuero que Dánaris le había facilitado. Los jeans eran cómodos, estaba acostumbrada a ellos y les tenía cariño, sin embargo, aunque los pantalones de cuero eran seguros y abrigadores, aún la hacían caminar extraño. El bolso de Anne contenía su ropa interior y sus calcetines, un blue jean y uno de sus suéteres. Había decidido también llevarse su mochila, llena de más artículos pequeños, como pañuelos, un par de guantes y por supuesto, sus libros, que luego de una amplia riña con Owen, el elfo tuvo que aceptar que la chica los llevaría consigo.

- ¿Qué es esta tela? – le preguntó la joven, mientras le ayudaba a doblarlos y guardarlos con gracia, acostumbrada a aquellos quehaceres cotidianos.

- Se llama mezclilla- le dijo Anne, mientras trataba de imitar sus movimientos y hacer lo mismo, esta vez, con una blusa de lino- Es del...

- Exterior- completó la joven con una curiosidad muy mal disimulada- Por cierto, me llamo Neve. ¿Eres Anne, no es así? ¿La Gema?

Anne dejó de ordenar su ropa y la miró. Realmente había pensado que nadie lo sabía, a parte de los que vivían en aquella casa con ella. Había pensado que aquella joven desconocía qué o quién era ella. Anne sabía el peligro que significaba difundir su condición, y la mejor forma de recordárselo era el ataque de los goblins al pequeño pueblo apenas la noche anterior, donde la casa de la familia de aquella chica se había quemado.

- Yo no, no se...- Anne no era buena mintiendo. Una, porque sabía que era incorrecto. Dos, porque nunca se le ocurrían buenas escusas.

- Tus ojos- le dijo Neve- Y ayer te convertiste en oso...

- Podría ser una mestiza cualquiera- contestó- Una teriántropa cualquiera.

- Pero no lo eres- porfió Neve- Aquellos elfos te protegen. Los elfos son los protectores del reino, pero no se centrarían en nadie a menos que fuera de la realeza.

- Y yo no parezco una princesa, ¿verdad? - preguntó Anne con una sonrisa tímida.

Neve rio con timidez, sin dejar de ordenar la ropa de Anne sobre la cama, esperando a que la chica decidiera qué llevarse con ella.

- No precisamente.

Anne también rio. Ella sabía que era más probable que pasara por una pastora de ganado que por una distinguida condesa, pero no lo importaba. Metió otro par de pantalones al bolso, dos blusas y un suéter de lana de oveja, regalo de Miss Longbottom, teñido con un hermoso tinte color ladrillo. Recogió la pechera de cuero y se la colocó sobre la blusa que llevaba puesta. Se calzó un chaleco café oscuro y unas polainas sobre las botas de montar. Guardó su maleta bajo la cama, segura de haberla dejado vacía y miró a Neve con solemnidad. La joven seguía de pie al otro lado de la cama, mirando el suelo con las manos tomadas sobre su regazo, casi como si esperara órdenes de Anne. Acostumbrada a servir, a esperar algo de alguien con un rango mayor.

I. El Guardián de la GemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora