33. Parte de la verdad sale a la luz

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La princesa Eveleen parecía mucho más curiosa sobre Anne y el exterior de lo que todos pensaban que estaría. Anne no tuvo problema alguno en responder sus preguntas. Al fin se sentía algo más que una piedra brillante del castillo. Tuvo la tentación de mostrarle fotos con su celular, pero recordó que, además de que lo había dejado en su morral, ya no tenía batería hace un par de meses y que, con la caída al río subterráneo, estaría fuera de servicio mucho, mucho tiempo.

- ¿No te molesta que te robe un poco a tu prometida, Donnell? – rio Anne mientras Eveleen la invitaba con la mano a pasear por los corredores del castillo. Después del almuerzo, los jóvenes se habían reunido a conversar en uno de los ventanales, apreciando la caída suave de la nieve sobre el paisaje.

- Para nada, que bueno que van a llevarse bien- comentó Donnell- Aprovecharé de pasar la tarde con mis padres y mi hermano ¿Qué hay de ti, Owen?

- Visitaré al padre de Dánaris y Ronan, si es que aún trabaja en las caballerizas...

- Oh sí, es el mejor de todos- contestó Eveleen, alegre- Estará feliz de que vayas a verlo ¡Siempre habla de ustedes y de sus hijos!

Nessa, que no había querido restarse ni despegarse del lado de Owen contestó también.

- Iré a las caballerizas a ver a mi yegua, iré contigo hasta allá.

Owen aceptó y cada grupo tomó un camino diferente hacia su destino dentro de la enorme morada real. Anne se entristeció al imaginar cómo habría sido la llegada al castillo con Vitka. Y también con el topo enorme y el adorable Ulisse. Sentía que llevaba meses sin ellos.

Anne y la princesa caminaron toda la tarde por los largos pasillos del palacio. Era enorme, con firmes paredes de piedra, marfil y mármol. Enormes ventanas y candelabros se encargaban de iluminar cada rincón y varios adornos de yule hermoseaban los pilares. Cada vez que Eveleen le explicaba a Anne sobre la arquitectura del lugar, Anne debía responder algo similar del mundo exterior y trataba de ser lo más clara posible para poder hablar sobre las casas, los edificios, los hospitales enormes, los rascacielos... Era todo un reto.

Cuando la conversación arquitectónica parecía haber acabado, Anne recordó el cuaderno que Owen le dio el primer día que pudieron hablar; en él había un pequeño dibujo que emulaba una pintura de sus padres, que según el elfo estaba en el palacio. Eveleen tenía que conocerla.

- Su alteza...

- Llámame Eveleen.

- Eveleen, Owen me dijo que había una pintura de mis padres aquí...

- ¡Oh, las pinturas! Que maravillosa idea, acompáñame.

Y tomándola de la mano, la arrastró juguetonamente hasta dar con una enorme puerta de roble con hermosos motivos tallados en ella. Era bellísima.

- Este es salón de arte de la familia real- explicó antes de entrar- Es algo confuso de comprender, porque hay tantas familias y muchas, muchas pinturas. Pero, por suerte, se donde se encuentra la pintura que mencionas. Ahora, si me ayudas a empujar la puerta...

Ambas pusieron sus manos sobre la madera y lograron abrir una de las puertas, lo suficiente como para que las dos jóvenes pudieran entrar. Los ojos de Anne brillaron con asombro ante tal colección de pinturas, que databan quién sabe qué año. Y eran tantas, que cualquier museo humano estaría envidioso.

- Oh esta es solo la primera sala- rio Eveleen- Allí arriba está Cú Chulainn, y ahí Boudica, Anne Bonny también. Nunca visitó Emenlor, pero su leyenda llegó aquí rápidamente y no tardó mucho en que un artista la pintara. ¿Te habrán puesto tus padres tu nombre por ella? ¡Era una gran pirata, eso dicen las leyendas! Ah, sí, la pintura.

I. El Guardián de la GemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora